"La neurociencia humana puede captar activaciones de redes neuronales con ocasión de experiencias psicológicas o espirituales relativas a valores como la dignidad, etc.; pero estas observaciones están muy lejos de explicar la experiencia de la dignidad, que es un “qualia” típico. Estamos ante experiencias que llamo “trascendentes” en el sentido de producirse mucho más allá de las experiencias correspondientes a las necesidades de supervivencia, que responden a programaciones hipotalámicas, etc. Estas expresiones humanas que van mucho más allá de lo imprescindible para la supervivencia, y que se manifiestan en lo ético, lo estético, lo religioso, lo amoroso, lo filosófico, etc., se producen evidentemente en relación con el cerebro, pero no se agotan con explicaciones neurológicas (es decir, que no se explican únicamente porque supongan ventajas evolutivas).
En este sentido puede hablarse de trascendencia, de ir más allá de lo predecible desde la naturaleza de un cerebro que garantiza el sobrevivir. Por poner un símil: cuando yo conozco perfectamente la estructura y naturaleza del motor de un automóvil, todavía no conozco nada del posible itinerario o de los proyectos del viaje. Puedo conocer perfectamente el cerebro y desconocer algunas de sus dimensiones “transcendentes”. En este punto hay que reconocer la singularidad mental humana. No vale decir que la psicología y la cultura humana son simplemente una manifestación más de las redes neuronales. Es demasiado sencillo y reduccionista el dar este tipo de explicaciones que de un manotazo eliminan la complejidad.
Cogiendo el toro por los cuernos, yo a veces paso a la consideración de
las teorías de los físicos gnósticos americanos-orientales que afirman
que lo único que existe es lo espiritual; la materia es un error de percepción. A mí también me gusta jugar a veces con esta variable como
provocación epistemológica, porque realmente no sabemos cuál es la
frontera que en definitiva estaría separando lo que llamamos espíritu de
lo que llamamos materia. Pero esto creo que quizá no es equiparable a
la cuestión de mente-cerebro, es decir, la cuestión cerebro-mente no es
lo mismo que materia-espíritu.
Me parece que la noción de mente, finalmente en la neurología, es funcional y yo no me atrevo a decir que, cuando la mente se ha degradado, todo lo espiritual haya desaparecido, porque estoy entrando en otro campo; entre otras cosas, porque el neurólogo tiene competencias en lo observable y hay un último nivel de la realidad que me parece que no es observable, y sería aquel nivel en el que discutiríamos si lo espiritual o lo material… y, en último término, llegaríamos a lo trascendente (¿Dios?); y desde luego la ciencia no es competente para hablar de Dios".
Me parece que la noción de mente, finalmente en la neurología, es funcional y yo no me atrevo a decir que, cuando la mente se ha degradado, todo lo espiritual haya desaparecido, porque estoy entrando en otro campo; entre otras cosas, porque el neurólogo tiene competencias en lo observable y hay un último nivel de la realidad que me parece que no es observable, y sería aquel nivel en el que discutiríamos si lo espiritual o lo material… y, en último término, llegaríamos a lo trascendente (¿Dios?); y desde luego la ciencia no es competente para hablar de Dios".
Ramón María Nogués
Biólogo
Catedrático emérito de Antropología Biológica en la Universidad
Autónoma de Barcelona
Especialista en investigación de genética de poblaciones y evolución molecular del cerebro
Autónoma de Barcelona
Especialista en investigación de genética de poblaciones y evolución molecular del cerebro
Autor de "Cerebro y trascendencia", 2013