"Podemos perdonar fácilmente que un niño tenga miedo a la oscuridad. La verdadera tragedia de la vida es que un adulto tenga miedo a la luz"
Platón
Filósofo griego
Siglos V-IV a. C.
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"Algunos ven en las religiones un autoengaño, gracias al que el mundo parece tener sentido al poder vencer a la muerte y sin el cual la angustia producida por el dolor y la injusticia en que vivimos resultaría insoportable. Bertrand Russell* hacía uso de este argumento hasta el punto de considerar la fe religiosa como una forma de cobardía intelectual, propia de quienes no se atreven a ver el mundo tal como es. Se oye a menudo este reproche, basado en considerar la religión nada más que una falacia piadosa que calma nuestra ansiedad. Sin duda, los creyentes sienten que su fe les ofrece un consuelo ante la dureza del mundo, pero reaccionan enfadados ante quienes no ven en ella otra cosa, a quienes acusan, a su vez, de falacia, la que consiste en creer que porque una cosa es algo se sigue que es sólo ese algo.
Para consultar un post donde aludimos a su célebre analogía de la tetera, clic AQUÍ.
Sería injusto, por supuesto, medir a todos los ateos con el mismo baremo. Cada ser humano es un mundo y no debemos juzgar a unos por el comportamiento de otros. Si es eso lo que exigimos los creyentes (que no se nos juzgue a todos por los errores -y horrores- cometidos por los integristas), es una cuestión de simple coherencia ofrecerles la misma indulgencia a ellos. Una servidora se ha encontrado con ateos apacibles, respetuosos con el pensamiento ajeno e intelectualmente honestos consigo mismos y con los demás. Creen sinceramente que Dios no existe y no se sienten agraviados porque otros sí lo crean. Simplemente, viven y dejan vivir. Este grupo de ateos caballerosos -entre quienes tengo el honor de contar algunos amigos- son fáciles de detectar porque si estornudan y, educadamente, les dices "Jesús", no aprovechan la ocasión para dejarte clara su postura escéptica y soltarte un discurso florido, combativo y beligerante sobre todas las "pruebas" que la ciencia nos ofrece hoy día "contra" la existencia de Dios (??) :-)
Es de éstos últimos, precisamente, de los que estamos tratando aquí. Me he encontrado con algunos en los últimos años y siempre me han causado cierta sensación de pasmo. A primera vista, el adjetivo que parece más exacto para describirlos es, justamente, "desasosegados". Están intranquilos, parecen anormalmente inquietos, como si les corroyera cierta comezón interna ante el simple hecho de saber que hay personas que creen en Dios. Les molesta, y, a algunos, incluso, les ofende en lo más profundo, como si el que haya creyentes compartiendo con ellos el castigado suelo de este planeta, fuera un obstáculo que desestabiliza su equilibrio interior. En cierto modo, como vemos, así es...
Cuando conversas con ellos y les ves tan enfadados, no puedes evitar pensar: "Pero, ¿por qué diablos le incomoda tanto a este señor lo que yo crea o deje de creer?". Después de reflexionar sobre ello durante algún tiempo y documentarme hasta donde he podido, creo haber encontrado la solución al enigma, que no es otra que la que Fernández-Rañada nos expone con tanto acierto en los párrafos que ofrecemos al comienzo de esta entrada.
Es fácil entenderlo si enfrentamos el conflicto desde el punto de vista de nuestros enojados ateos: los grupos religiosos más integristas les aseguran que si no pertenecen a su nominación, sea ésta cual sea, serán "condenados" a una tortura eterna... No les dejan alternativa, un resquicio de luz por donde escapar: "o con nosotros o al infierno". Obviamente, ellos no quieren pertenecer a esos grupos, no quieren ese tipo de vida, no apetecen una existencia de restricciones impuestas por unas leyes supuestamente divinas. Quieren ser libres para actuar del modo que crean más conveniente, y, por supuesto, esta aspiración de vivir sin ataduras es perfectamente lícita. Pero, en vez de tirar por la calle de en medio, ancha y luminosa :-) y acatar la opción de que Dios podría no ser el Ente vengativo y castigador que nos pintan los integristas, optan por la solución más drástica, eliminándolo del mapa, pues esto es mucho más tranquilizador, un auténtico ansiolítico intelectual. Por si acaso...
Pero es aquí donde aparece la respuesta que buscamos, así como el reproche, también lícito, de los creyentes: a un ateo, llamémosle "sosegado" -por seguir usando el mismo término que usan Fernández-Rañada y Epicuro-, la existencia de estos grupos religiosos les molestará sólo en función de la presión que ejerzan sobre su privacidad, en este punto debemos ser honestos y reconocer que hay determinados grupos de creyentes obcecadamente molestos e "insistentes". Pero, si esta presión no tiene lugar, o lo hace de modo que sólo roce la vida del ateo tangencialmente, las creencias de su prójimo no le afectará en absoluto, no mucho más de lo que a mí me afecta que mi vecino crea en los ovnis o la astrología.
Pero están los otros... Los "alterados", los que sí se sienten provocados ante un gesto inocente y culturalmente aceptado, como que alguien diga "Jesús" cuando estornudan :-), los que sí aprovechan la más mínima excusa para arremeter contra los que no piensan como ellos, los que nos meten en el mismo cajón a los teístas librepensadores y a los terroristas islámicos para poder abarcarnos a todos con un puntapié y no tener que pararse a analizar la enmarañada complejidad real del fenómeno religioso. Aquellos que no soportan el mero hecho de nuestra disidencia.
Y esto sólo cabe interpretarse, a pocos conocimientos de la psique humana que ostentemos, como una defensa, en forma de ataque, ante lo que sienten como una amenaza. Los ateos "desasosegados" son víctimas, en la mayoría de los casos sin que ellos mismos lo perciban, de un insidioso resto de sospecha. Muy en el fondo, "temen" que los creyentes tengan "un poco" de razón. "¿Y si...?" es la molesta pregunta que les atosiga. Por eso hay que erradicar a los creyentes de la faz de la Tierra, porque su existencia es un constante recordatorio de que ellos podrían estar, al menos en parte, equivocados. De ahí su inquietud, de ahí su actitud brutalmente defensiva, venga o no a cuento, de ahí su continua búsqueda de información o desinformación que confirme y ratifique sus ideas preconcebidas, su acuciante necesidad psicológica de que Dios no exista. "Yo no quiero que Dios exista", dice honestamente el célebre filósofo ateo Thomas Nagel, "y me siento muy incómodo ante el hecho de que algunas de las personas más inteligentes y bien informadas que conozco sean creyentes". Ahí tienen la respuesta, es el "efecto Epicuro" :-)
Y esto está bien, repetimos, todo el mundo tiene el derecho legítimo a enfrentar sus demonios del modo que consideren más oportuno. Lo que no está bien es que, una vez más, -otra-, acusen a los teístas de actitudes que ellos mismos ostentan, en este caso, acudir al ateísmo como un bálsamo consolador para aliviar sus conflictos emocionales no resueltos. Exactamente la misma "debilidad" de la que nos acusan ellos a nosotros, con Russell y Dawkins a la cabeza.
Todo esto viene a confirmar la tesis de inicio de este blog: recurrir a la Ciencia como valedora del materialismo ateo es un axioma erróneo. Compruébenlo por ustedes mismos, es una experiencia interesante :-) Cuando un ateo les confiese que lo es porque, según ellos, la Ciencia "ha demostrado que Dios no existe", no se alteren, vayan despacio y sigan ahondando... Sigan preguntándole amablemente, sigan sonsacando, indagando en su personal y misteriosa historia, buceando en las agitadas aguas de su interior...
Al final descubrirán las verdaderas razones por las que ese buen hombre no cree en Dios y, les aseguro -a mi propia experiencia apelo- que en el 90 % de los casos, su escepticismo no tendrá nada que ver con la Ciencia.
Miembro, entre otras, de la Academia Nacional de las Ciencias de EEUU y la Academia Americana de las Artes y las Ciencias
Es doctor Honoris Causa por viente universidades
Autor de múltiples obras de divulgación, entre ellas "Contemporary Debates in Philosophy of Biology" (2010)
Se considera teísta
"La intolerancia de los ateos fanáticos es análoga a la de los fanáticos religiosos y tiene el mismo origen"