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Aún no tenemos ni idea de cómo funciona el mundo. Samuel Graván. (Los límites de la Ciencia II)

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Los incisos en gris son de nuestra autoría.


"Aún no tenemos ni idea de cómo funciona realmente el mundo. 

Hemos avanzado sin duda mucho desde el origen de la ciencia, pero aún quedan casi las mismas preguntas por responder que al principio: el avance descriptivo ha sido lo que ha predominado (lo que ha permitido el gran avance tecnológico que todos disfrutamos), pero el avance explicativo en profundidad como tal ha sido muy escaso.  

Conocemos miles de leyes, teorías y principios; y podemos describir y prever de un modo maravillosamente preciso gran parte de los fenómenos del mundo gracias al uso del lenguaje matemático. Esto ha posibilitado un avance tecnológico espectacular. 

Sin embargo, y esto es muy importante, no hay hoy día una mejor explicación para comprender por qué el mundo se comporta de este modo tan bien previsto que la que hubiera hace casi tres mil años. Ya en aquel entonces un filósofo griego llamado Demócrito propuso la hipótesis del átomo (es decir, reducir grosso modo todo fenómeno observable a la interacción de pequeños constituyentes indivisibles moviéndose en un espacio vacío), y es, de hecho, una propuesta casi equivalente a la moderna teoría de cuerdas (y al modelo estándar de partículas de la que la teoría de cuerdas deriva). Casi tres mil años han trascurrido, y no se ha avanzado lo más mínimo en el conocimiento real del porqué del mundo, terminando explicativamente todo casi en el mismo punto donde empezó.  

Se puede comprender que la razón de este estancamiento explicativo milenario se debe, igual que en el caso del límite práctico descriptivo, a la necesidad empírica del proceso (no es posible hallar los datos empíricos que se necesitarían para el conocimiento). Una necesidad que la ciencia básica entendida como método hipotético-deductivo arrastra desde hace siglos, y que la limita siempre por este requerimiento de contrastación (obligarse siempre a intentar refutar y evidenciar de un modo experimental las consecuencias de las hipótesis). 

Sin embargo, esta contrastación es cada vez más difícil de alcanzar de modo práctico para justificar la descripción del fenómeno inmediato, y, además, es imposible de alcanzar en teoría para avanzar científicamente en el terreno explicativo en profundidad.  

Tenemos, resumiendo, lo siguiente:
 
1) La ciencia básica está limitada de modo práctico a la mera descripción del mundo
(es decir, conocemos relativamente bien las agencias, pero ignoramos si hay agente :-), aunque tampoco nos podemos permitir descartar completamente a ese Agente o Causa; las "agencias" por el momento "flotan" en el vacío -nunca mejor dicho-, entre otras razones de menor peso, porque no conseguimos encontrar la Causa Necesaria de este objeto contingente -y, por tanto necesitado de Causa- que es el universo). Es así, por el coste experimental y por el hecho de que cada vez los mayores costes resultan en un menor aumento de precisión. Esto hace que, en mi opinión, poco más se vaya a avanzar los próximos años en cuanto a la identificación (enumeración) de leyes, teorías y principios que sean verdaderamente  nuevos y revolucionarios.  

2) La ciencia básica está limitada teóricamente a la explicación (el porqué) del modo en que esas leyes y principios detectados (de modo descriptivo) funcionan del modo en que lo hacen (y no de otra manera, o de ninguna manera en absoluto). Uno puede, por ejemplo; conocer y comprender la formulación matemática (descriptiva) del principio de acción mínima, y no obstante, no tener ni idea de por qué el universo funciona de este modo observado y no de otra manera diferente. Y lo mismo aplica al resto de leyes, principios, teorías, etc.
 
En pocas palabras: el ser humano, mediante el método científico tradicional, está limitado en la práctica a alcanzar un conocimiento descriptivo del mundo solamente hasta una cierta precisión máxima insalvable. Lo imponen los limitados recursos disponibles en el planeta (matemáticamente hablando: este límite puede rondar nueve o diez decimales, o alguno más en el futuro).  

Por otra parte, el ser humano está limitado a un conocimiento explicativo nulo en cuanto al porqué (el qué y el para qué) de las leyes y principios detectados en este comportamiento regular (ley) identificado en el fenómeno: sabemos con mucha precisión que la energía se conserva (descripción de un hecho regular), pero no sabemos por qué lo hace en lugar de no hacerlo, ni qué supone esta conservación, ni tampoco para qué sirve que tal conservación suceda (si es que sirve para algo). Es decir; que no conocemos la causa (con mayúsculas) de este comportamiento regular del fenómeno tan precisamente descrito y constatado. 

Y es este es el verdadero problema en el conocimiento explicativo del mundo: que no conocemos (ni podemos conocer) empíricamente la causa (que trasciende) la regularidad fenoménica observada. Porque es un hecho que las cosas suceden, y que suceden de un modo muy concreto; es decir; se percibe que el fenómeno es, y que se comporta de un modo regular y previsible, y por lo tanto dicho ser y dicha regularidad requieren de una explicación: algo que dé cuenta de por qué el mundo es, se mueve y se comporta de este modo observado y no de otro manera cualquiera, o incluso que no sea o que sea de un modo absolutamente caótico no regular (sin leyes ni principios).  

No vale, por lo tanto, con cruzarse de brazos ante la mera (y precisa) identificación de la regularidad, sino que hay que pretender más: un conocimiento sobre qué puede producir esta regularidad tan concreta en lugar de otra cualquiera, amén de tener que darse cuenta del porqué hay algo (fenómenos) que se comportan regularmente en lugar de no haber nada o no haber regularidad (ambas situaciones lógicamente congruentes).
 
Pero claro, para conocer qué crea el fenómeno y cómo se motiva su regularidad dinámica, además de comprender por qué se produce todo de este modo tan concreto, y también para qué sucede todo esto del modo en que lo hace (o demostrar que no hay un para qué); hay que salir (trascender) el propio fenómeno del que formamos parte. 
 
Es decir; que para explicar el mundo de un modo equivalente al "científico" tradicional, habría que poder "salir" del Universo y observar qué hay ahí para poder contrastar empíricamente las hipótesis que nos podamos haber hecho. En otras palabras: para lograr tal conocimiento explicativo necesitaríamos poder obtener datos empíricos de esa realidad supra-fenoménica. 
  
Sin embargo, creo que es evidente que esta posibilidad escapa absolutamente de nuestro poder como meros sujetos evolutivos creados dentro (y desde) el propio fenómeno, y limitados por tanto empíricamente a este mismo conjunto fenoménico del cual participamos y que da forma al Universo. 

(O, como hemos indicado en otras ocasiones, el personaje del videojuego -el hombre- tendría que salir del videojuego para echar un vistazo al Programador :-). En principio parece complicado, sobre todo si pretendemos hacerlo sólo con la ayuda del método científico, descartando el apoyo de cualquier otra disciplina). 

Esto hace que buscar cualquier explicación (un qué es, por qué es, o para qué es) sobre el cómo observado en cualquier proceso fenoménico es algo que la ciencia hipotético-deductiva no pueda afrontar (al ser imposible el paso experimental de contrastación de hipótesis). Si es así, proseguir esta indagación en el conocimiento queda limitada, por lo tanto, a la pura racionalidad. Si se quiere quedaría abocada a comportarse de forma similar a lo que constituye una rama filosófica denominada tradicionalmente como Metafísica. Pero la metafísica ya no es ciencia y en ella queda fuera de cuestión cualquier intento de pretender refutar o contrastar estas hipótesis propuestas. 

(Y, como "ya no es ciencia", muchos, simplemente, deciden que la  Causa Inteligente de este objeto asombrosamente sagaz y "abrumadoramente ordenado" (según Hawking) que es el universo, no existe. Les propongo un símil, algo tosco, pero ilustrativo: imaginemos que sabemos que detrás de mi casa hay un solar cerrado donde nunca se ha construido nada. Yo postulo que en el suelo terroso de ese solar, en primavera, deben brotar algunas margaritas. ¿Por qué postulo esto? Pues, por una razón sencilla: por simple observación, pues en los terruños montaraces, en primavera, yo veo que suelen nacer espontáneamente algunas margaritas (y también veo, como lo ve usted, que los objetos contingentes, invariablemente, tienen una causa). Pero, hagamos alarde de una procelosa imaginación y supongamos que no hay manera humana ni divina de acceder a ese solar que está detrás de mi casa. ¿Qué hacemos entonces con mi postulado? Pues decidimos que, ya que no podemos acceder y verlas con nuestros propios ojos, ahí no hay ni habrá nunca margarita alguna, aunque sea primavera y aunque sea lógico postular que sí las hay. No las vemos, no están. Y si crees lo contrario, eres un supersticioso mentecato :-))
 
 
Precisamente esta (para algunos) desagradable limitación en la posibilidad de verificación experimental que hace de la ciencia “metafísica”, es lo que llevó la metafísica al olvido. Es el estigma que la llevó al olvido durante casi todo el siglo XX, eclipsada por completo por el firme y preciso triunfo descriptivo sobre cómo se produce y regulan los fenómenos en el mundo y, además, por el enorme avance tecnológico a la que esta precisa identificación predictiva condujo. El pragmatismo se impuso, y nada que no fuese ciencia parecía merecer la pena de tenerse en cuenta.
 
Pero como venimos diciendo, los límites empíricos prácticos comenzaron a alcanzarse hace ya casi tres décadas, y desde entonces, con estos límites a la vista, la "ciencia" no tuvo más remedio que empezar a hacer literalmente (aunque de un modo velado) filosofía o metafísica.  

El ejemplo más famoso de esta filosofía "científica" nace precisamente con la teoría de cuerdas en un intento por rebasar el  modelo estándar de partículas; una teoría la de cuerdas eminentemente matemática (racional) que no tiene apenas posibilidad de ser evidenciada experimentalmente; nunca en la práctica, pero incluso muchos defienden que ni siquiera en teoría...

El hecho que parece imponerse es que, antes o después, no habrá más escapatoria que la vuelta a la filosofía, o mejor dicho, a una reformulación del método científico tradicional, de modo tal que permita a la especulación racional ingresar y participar en las propuestas teóricas de la ciencia".

 Samuel Graván Pérez
Ingeniero por la Universidad de Cádiz
Es columnista habitual en Tendencias21

Tienen el artículo completo aquí.



Si leen el artículo del que hemos extraído estos párrafos, verán que Graván (que es agnóstico) propone al final del mismo una curiosa "solución", drástica y muy traída por los pelos, para este problema tan peliagudo y, en principio, inabordable, como es la progresiva aceptación por parte de la clase científica de que la Ciencia no podrá explicar nunca la verdad última (un fenómeno, este de la aceptación, por cierto, relativamente reciente; hace sólo quince años la llamada 'ciencia promisoria' campaba por sus respetos). A mi parecer, esta supuesta solución que ofrece Graván es puro existencialismo, o sea, una idea "nueva" bastante vieja. Aun así, podría ser una opción válida para aquellos que "necesitan" que Dios no exista, dicho sea esto con respeto y sin el menor asomo de ironía. Invitamos a nuestros amigos escépticos a que la contemplen por sí mismos, por si les sirve de alguna ayuda. Lean el artículo de Tendencias.

Por otro lado, el lector teísta se habrá enfrentado en más de una ocasión al argumento típico del ateo respecto al tema que estamos tratando, y que tratamos a menudo en nuestro sitio, sobre las deficiencias del método científico. El ateo suele indicarnos

"Que la Ciencia no pueda explicarlo todo no significa que Dios exista, eso es una falacia".

Amigo cientifista, si usted comienza nuestro debate acerca de la existencia o no de una Inteligencia Primordial espetándome sin más: "Sólo lo que la ciencia dictamine como real, es real: Dios no existe porque la ciencia no lo ha encontrado", es usted mismo quien no me deja otra opción que mostrarle cuáles son los límites de esa sola disciplina en la que descansa toda su esperanza. No me deja otra salida. Si la única criba que usted usa para "separar" lo real de lo irreal tiene agujeros y desperfectos, no es una falacia recordarle que usted NO SABE si por esos agujeros se está escapando algo tan real como fundamental que la criba defectuosa no pudo retener. Y esto no significa en modo alguno que yo no sienta la misma fascinación y respeto que usted siente por la Ciencia, pero, si usted primero me asegura que alguien que está cribando trigo no va a dejar escapar ni un solo grano bueno al montón de paja desechable, para, justo después, reconocer que la criba tiene agujeros del tamaño de un puño, o usted es un iluso o está tratándome a mí como si lo fuera :-) O se está autoengañando y, de nuevo, pretende que la autoengañada soy yo.



No me ataque, ya de entrada, señor ateo cientifista, con ese argumento facilón de la ciencia-omnisciente-que-no-encuentra-a-Dios. Si usted no lo hace, le prometo que yo seré una buena chica y no le apuntaré los muy evidentes fallos de ese argumento :-) En su mano está.





Disculpen las mayúsculas.
Ver también:

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El fundamentalismo científico, una forma de pseudociencia
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El orden en la Naturaleza no es ilusorio
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El cientifismo, caricatura de la Ciencia
El murciélago de Thomas Nagel
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Bibliografía.