"La verdad pura y dura es algo demasiado doloroso y demasiado duro de aceptar para la mayoría de los humanos. Sólo unos pocos héroes tienen la dureza necesaria para sentirse fuertes en el pensamiento fuerte, aquel que no coquetea con mentiras piadosas. Por ello mismo, porque sé que hay muchas personas en este mundo que se sienten mejor con la compañía en sus conciencias de una religión que alivie el dolor de su existencia, me parece que no debemos combatir las religiones, aunque sólo sea por razones humanitarias. Hay personas que sin su buen Dios se derrumbarían y no merece la pena discutir con ellas de religión; mejor dejarlas que vivan engañadas con la poca felicidad que da tal engaño. No obstante, el mundo intelectual no debe quedarse en una cuestión de sentimentalismos, debe elevar al hombre por encima del hombre, y para ello necesita un alma de guerrero capaz de sobrevivir en el desierto árido de la verdad sin disfraces. En tal arena luchan los más bravos con la pasión derivada de la fuerza del pensamiento, y en tal arena sufren y se sienten odiados los que quieren ver oasis por todos lados... No son ganas de fastidiar ni odio a los sedientos de animismos; sencillamente, que no hay agua donde aquellos dicen y pienso que la caravana del pensamiento no se debe distraer por rutas equivocadas..."
Martín López Corredoira
Doctor en Ciencias Físicas
Universidad Complutense de Madrid
Extracto del libro "¿Dios o la materia?" del que es coautor junto al filósofo de la Ciencia Francisco J. Soler Gil.
(Pág. 283)
***
¿"Héroes"? ¿"Guerreros"? ¿"La lucha de los más bravos"? "El desierto árido de la... ¿verdad disfrazada?"... Sin ánimo de ofender a nadie, y mucho menos a nuestros lectores católicos, les diré que la primera vez que leí este pasaje de Corredoira me asaltó cierto tufo rancio a homilía de postguerra. Me recordó, sin poder evitarlo, a aquellas exaltadas arengas de los obispos que instaban a los "cruzados" a luchar contra "las hordas del maligno". En este párrafo, Corredoria no está haciendo divulgación, está predicando, llamando a la guerra santa y arrogándose el papel de "héroe" como los oscuros predicadores de otros tiempos. No deja de tener su gracia :-) Como siempre decimos aquí, los extremos, no solo se tocan, a veces hasta se marcan un chotis.
Pero entremos en materia:
¿"Héroes"? ¿"Guerreros"? ¿"La lucha de los más bravos"? "El desierto árido de la... ¿verdad disfrazada?"... Sin ánimo de ofender a nadie, y mucho menos a nuestros lectores católicos, les diré que la primera vez que leí este pasaje de Corredoira me asaltó cierto tufo rancio a homilía de postguerra. Me recordó, sin poder evitarlo, a aquellas exaltadas arengas de los obispos que instaban a los "cruzados" a luchar contra "las hordas del maligno". En este párrafo, Corredoria no está haciendo divulgación, está predicando, llamando a la guerra santa y arrogándose el papel de "héroe" como los oscuros predicadores de otros tiempos. No deja de tener su gracia :-) Como siempre decimos aquí, los extremos, no solo se tocan, a veces hasta se marcan un chotis.
Pero entremos en materia:
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He incluido este post en la sección "Leído al pasar" porque, cuando releía este excelente libro, "¿Dios o la materia?" (que ya ocupa un lugar preferente en mi biblioteca y cuya lectura recomiendo encarecidamente a todos nuestros lectores), buscaba un pasaje para ilustrar otro asunto diferente que compartiremos pronto en una nueva entrada. Pero, en estas estaba, cuando me topé de nuevo con este párrafo, que ya la primera vez me dejó a cuadros escoceses. Y no porque esa afectada actitud de "misericordiosa comprensión" hacia los creyentes me resultara de algún modo insólita. No, una servidora está más que habituada a esa "gouldiana" condescendencia del ateo cuando pretende calzarse el adjetivo "tolerante" que tan grande le queda a veces. Condescendencia que no es más que petulancia mal barnizada, dicho sea de paso. Mi sorpresa venía porque el doctor Corredoira, que, en estas últimas páginas del libro asegura sentir esa cordial empatía hacia el teísta, se había pasado tres partes del mismo libro llamando a su antagonista en el debate, el doctor Soler Gil, "chamán", "brujo", "cobarde", "débil", "mentiroso", "mercenario" y otras lindezas, claramente exasperado por no encontrar mejores "argumentos" con los que contraatacar sus propuestas filosóficas. Lo explicábamos con más detalle en este post. Como les decía allí, no tienen por qué creerme sin más, por favor, lean el libro y comprueben lo que les digo. Y ahora, cuando Soler, más paciente de lo que a mí me gustaría, le reprochaba, en justicia, que sus réplicas "rezuman odio" (pág. 240, segundo párrafo), nuestro doctor Corredoira pretende hacernos creer que nos "comprende", respeta y tolera, y que, según asegura en la página 278: "... he dicho lo que pensaba sobre el asunto, pero ello no implica que dispare sin ton ni son, con un afán de destruir por destruir, ni que sea animado por odios". Pues menos mal, porque si llega a estar "animado por odios", igual le sacude con el teclado.
Es siempre la misma historia, cuando reprochas a un nuevo ateo su evidente agresividad verbal, te sale con el consabido: "no estoy insultándote, es comprensible que sientas como una afrenta las 'verdades' que contradicen tu edulcorada forma de ver el mundo".
Sí, claro, ahora va a resultar que un higo chumbo es un transbordador espacial. Vamos a ver: a una servidora, un cariñoso ateo la llamó "¡perra!" (así, entre signos de exclamación), cuando le hice ver con toda la cortesía de la que fui capaz que el cientifismo es un colador con coladeros, si me permiten el juego de palabras. Otro caballeroso ateo me llamó "zorra ignorante" por indicarle que Richard Dawkins maquilla los datos científicos que salpican sus panfletos, y que sabe tanto de teología como yo de pesca ballenera, a pesar de que, como es lógico, cuando uno decide denunciar algo en serio, como pretende hacer Dawkins con la teología, debería, al menos, recabar toda la información posible sobre lo que está denunciando. Pero Dawkins es un analfabeto en cuestiones teológicas y hay mil pruebas de ello (Terry Eagleton). Hace muy poco, otro jovencito autoproclamado "escéptico" (lo que Michael Brooks llama un "converso", es decir, un "escéptico" que está dispuesto a creer que la luna está hecha de ensaladilla rusa si tal aserto viene firmado por su líder espiritual ateo favorito) este joven, digo, me tildó de "animal" por demostrarle con datos comprobables que Lawrence M. Krauss confesó a la revista "The Atlantic" y otros prestigiosos medios que había hecho trampa al igualar "nada" y "vacío cuántico" en su libro "Un universo de la nada", y que lo había hecho, dijo Krauss, con la honesta intención de acaparar la atención de los lectores y para que "se interesen por la divulgación científica" (por puro márketing, vaya; tienen la entrevista a "The Atlantic" aquí. Prometemos dedicarle un post a Krauss muy pronto).
"Perra", "zorra", "animal"... Llámenme susceptible, pero a mí todo esto, viniendo de desconocidos que me acabo de cruzar en la red y a quienes, como tales, me he dirigido previamente con el debido respeto, me parecen insultos. Y estos son solo algunos de los muchos que he recibido y la razón por la que "Dios y la Ciencia" no tiene los comentarios abiertos. Los insultos no son la excepción, sino la norma. No puedo hablar por otros creyentes, pero, personalmente, no me indigna tanto que me crean idiota por ser teísta (al fin y al cabo, ya conocen el dicho: todo el mundo tiene su opinión y piensa que la de los demás apesta), como que me crean idiota por no saber diferenciar una bofetada de un apretón de manos. ¿Qué clase de bobo es incapaz de diferenciar dos gestos tan contrarios?
Pues, por lo visto, un bobo ateo.
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Sigamos ahora con el doctor Corredoira:
"Sólo unos pocos héroes tienen la dureza necesaria para sentirse fuertes en el pensamiento fuerte, aquel que no coquetea con mentiras piadosas..."
"Sé
que hay muchas personas en este mundo que se sienten mejor con la
compañía en sus conciencias de una religión que alivie el dolor de su
existencia..."
"Hay personas que sin su buen Dios se derrumbarían..."
Hemos inaugurado una nueva sección a la que hemos titulado "Programas TV", aprovechando que en la anterior entrada de nuestro blog hablábamos de "House" y que en esta vamos a tratar sobre otro popular programa. Sospechamos que el filón no se va a agotar aquí.
Hoy vamos a hablar de "Cuarto Milenio"... Sí, vale, acepto risas, seguramente me las merezco :-). Sobre Íker Jiménez no tengo mucho que decir, aparte de que no me cae mal (cada cual se gana las habichuelas como sabe y puede), y que me parece muy meritoria esa habilidad suya para extraer zumo de limón de una piedra pómez, dicho sea con respeto hacia él y a los seguidores de su invento. En fin, que no suelo ver este tipo de espacios de contenido "esotérico", a no ser que alguien me informe de que van a tocar un tema de mi interés como es, en este caso, el debate ciencia-fe. En esta ocasión, el tema del debate era el origen de la vida.
Bien, pues, como supongo (igual es mucho suponer) que el lector tampoco es muy habitual de estos espacios, le ayudo a ponerse en situación: imagínese la mesa de debate en medio de un escenario decorado como la salita del té del castillo de Nosferatu. ¿Extravagante? Pues sí, pero el destino a veces es caprichoso y elige el escenario más peregrino para montar su escena más lograda. Sigan leyendo y entenderán.
En el centro de la mesa, nuestro inefable Íker, haciendo de moderador (inoportuno como él solo, pues tiene la pérfida costumbre de interrumpir a los debatientes en lo mejor, para añadir algo que ha repetido mil veces). A su diestra, los representantes de la, llamémosle, cosmogonía platónica :-), los comprometidos con la idea de que la realidad que percibimos no es más que una fachada que esconde otra realidad más amplia y que consideran un ejercicio de suprema arrogancia suponer que el mundo acaba donde acaba nuestra percepción. Este grupo está liderado por un venerable anciano llamado Enrique de Vicente, que parece haber llevado su fe en esa realidad más amplia a unos extremos harto exóticos que no compartimos, pero respetamos. A la siniestra del moderador, la cosmogonía aristotélica, que, como saben, tampoco compartimos: materialistas furibundos que solo creen lo que ven, lo que huelen y lo que tocan, como Dios manda, y que piensan que los que no son creyentes a su uso, son perfectos idiotas. El líder de este grupo parece ser el insigne (sin ironía) periodista científico del diario ABC, José Manuel Nieves. En él vamos a fijar nuestra atención.
En el centro de la mesa, nuestro inefable Íker, haciendo de moderador (inoportuno como él solo, pues tiene la pérfida costumbre de interrumpir a los debatientes en lo mejor, para añadir algo que ha repetido mil veces). A su diestra, los representantes de la, llamémosle, cosmogonía platónica :-), los comprometidos con la idea de que la realidad que percibimos no es más que una fachada que esconde otra realidad más amplia y que consideran un ejercicio de suprema arrogancia suponer que el mundo acaba donde acaba nuestra percepción. Este grupo está liderado por un venerable anciano llamado Enrique de Vicente, que parece haber llevado su fe en esa realidad más amplia a unos extremos harto exóticos que no compartimos, pero respetamos. A la siniestra del moderador, la cosmogonía aristotélica, que, como saben, tampoco compartimos: materialistas furibundos que solo creen lo que ven, lo que huelen y lo que tocan, como Dios manda, y que piensan que los que no son creyentes a su uso, son perfectos idiotas. El líder de este grupo parece ser el insigne (sin ironía) periodista científico del diario ABC, José Manuel Nieves. En él vamos a fijar nuestra atención.
El debate discurre por los cauces habituales, los asistentes se lanzan pequeñas, pero cordiales puyas, en un fuego cruzado bastante light, dado lo que cabría esperar de un enfrentamiento de este calibre (suponemos que los directivos del programa establecen sus normas y hay que cumplirlas sí o sí). En un momento dado, Íker, por una vez oportuno, lanza una pregunta incómoda a J. M. Nieves: "¿La Ciencia está segura de que todo surgió por azar?". No está mal, un dardo directo al estómago, sin fintas ni arabescos, tanto que parece pillar al otro con la guardia en las rodillas: "Hombre... No, segura, segura, no está".
(¡Ah, cáspita! 😏)
Íker contraataca: "Y, si no está segura, ¿por qué la gente piensa que sí lo está y que todo es azar?"
J. M. Nieves: "Hombre, porque vivimos en una época materialista..."
Supongo que no tengo que hacerles ver dónde está la complicación de esta irreflexiva salida por la tangente... Y el alto precio que nuestro escéptico debe pagar por ella. El bucle traicionero en cuya red ha caído inadvertidamente vendría a quedar así:
"La gente piensa que todo es azar porque vivimos en un mundo materialista... Pero es que el mundo es materialista porque gran parte de la Ciencia y su caricatura, el cientifismo, promulga que el materialismo es el único modo de entender el mundo".
¿Por qué está lloviendo?
Porque está cayendo agua del cielo.
¿Y por qué está cayendo agua del cielo?
Porque está lloviendo.
Vale, una mala tarde la tiene cualquiera. Pero sigamos adelante con el debate; en un momento dado, el venerable anciano de los platónicos pregunta al ateo J. M. Nieves: "Si no sabemos si venimos o no del azar, ¿por qué tú prefieres venir del azar en lugar de hacerlo de una Inteligencia?
Y, justo ahora, cuando ya el espectador comenzaba a bostezar de puro aburrimiento, cuando los que conocemos bien el percal esperábamos, bostezando también, una larga, trillada y pomposa disertación reduccionista sabida de memoria, justo entonces, va nuestro ateo y nos sorprende del modo más insospechado; proclamando la que es, en mi humilde opinión, la declaración de principios más concisa, audaz y honesta lanzada por un cientifista en una tribuna pública:
"¡Anda! Porque, si venimos de una Inteligencia, ¿quién nos dice que en cualquier momento no puede arramplar con todo?"
Señoría, no hay más preguntas.
Reconozco que, al oír esto, la modorra desapareció de golpe ("¡¿En serio?! ¿Ha dicho lo que creo que ha dicho?"). Se me quedó la misma cara que al teniente Kaffe (Tom Cruise) cuando consiguió, por fin, que el coronel Nathan Jessep (Jack Nicholson) confesara haber ordenado el Código Rojo en "Algunos hombres buenos"... 😄 Es una lástima que este espacio no sea más popular entre los teístas porque se perdieron un momento irrepetible. Literalmente irrepetible, porque los ateos no reconocen jamás su miedo. Más que en las rodillas, el señor Nieves tenía la guardia en los talones, pero agradecemos su sinceridad aunque no fuera intencionada.
Ahí lo tienen, amigos, toda esa exhortación de Corredoria a los "valientes", a los "guerreros más bravos que luchan en las arenas del escepticismo y que sufren y se sienten odiados por los que ven espejismos..." 😄, toda esa retahíla admonitoria contra los "sedientos animistas", toda esa sarta de grotescas metáforas bélicas, no esconden otra cosa que la más humana y la más animal de las pasiones: EL MIEDO.
Que el ateísmo no es un derivado natural de la Ciencia, como pretenden sus seguidores, lo demuestra que es más antiguo que la Ciencia misma. El padre no puede proceder del hijo. Fue el sector materialista de la ciencia -todavía muy numeroso- el que se subió al carro del ateísmo, que pasaba por su lado y venía de muy lejos, y no al revés. El temor a que exista un Ente, indescriptible e inalcanzable por nuestros propios medios; un Ser que, en principio, es imprevisible, que puede observarnos en todo momento, que -según algunas tradiciones- podría juzgarnos, del que no podemos escondernos y que podría, si quisiera, "arramplar con todo" (¡qué catastrofista, señor Nieves! :-)) es un desasosiego tan viejo, tan íntimo y tan nuestro como el terror a la muerte y a lo desconocido. De ahí ese interés del materialista por agazaparse a toda costa en los últimos reductos del determinismo: que las leyes de la física sean "fijas" y causen fenómenos a su vez fijos y predecibles, produce un sentimiento de plácida seguridad con la que tratan de lacrar la antigua sensación de desamparo que nació con el género homo. De hecho, el temor del ateo es solo una versión sofisticada del miedo a lo desconocido, una sensación igualmente molesta y hasta incapacitante, si no se le pone remedio. Por fortuna, el ateo sabe bien cómo remediarlo. Que lo hagan, si así se sienten mejor, pero que no sigan tratando de convencernos de que sucumbir al miedo al Dios desconocido, al fantasma de Epicuro, es una opción más "valiente" que la del teísta.
***
Para terminar y aludiendo a esta frase del "heroico" doctor Corredoira :-):
"... Mejor dejarles que vivan engañadas con la poca felicidad que da tal engaño".
(Qué amable ;-))
(Qué amable ;-))
Pues no, mire usted, según los últimos estudios de la neurociencia, la felicidad que produce la fe no es "poca", los expertos la equiparan a la satisfacción que produce el sexo, la buena comida al sibarita y las drogas a quienes gustan de ellas... Eso sí, con la considerable ventaja de que, en este caso, el "chute" sale gratis, es fácilmente accesible para todo el mundo sin distinción de clases, y no entorpece las funciones del hígado. Y que sea un engaño, está todavía por ver.
Bueno, bonito, barato.
Bueno, bonito, barato.
Un chollo. Viva Pascal.
:-)
:-)
Disculpen las mayúsculas. En esta ocasión evitaremos alargar más el post añadiendo una lista de enlaces a otras entradas relacionadas. Perdón por la extensión y gracias por estar ahí.
Enlace externo:
Is Lawrence Krauss a Physicist or just a bad Philosopher? (¿Es Lawrence Krauss un físico o solo un mal filósofo?)
Más citas con foto, aquí.
Bibliografía.