Este blog ha sido creado sin ánimo de lucro. El único interés que me guía en este proyecto es la divulgación, el intento de llevar al gran público un aspecto del debate ciencia-fe que, considero, no es suficientemente conocido, pero que no debe ser obviado si pretendemos construirnos un criterio global y objetivo sobre un tema de candente actualidad.

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André Frossard, asaltado por Dios. (Sobre Fe y "adoctrinamiento")

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"Sé la verdad sobre la más disputada de las cuestiones y el más antiguo de los procesos: Dios existe. Yo me lo encontré. Si el azar cupiese en esta especie de aventura, diría que me lo encontré por casualidad, con el asombro del paseante que al doblar una calle de París viese, en lugar de la plaza o del cruce habituales, un mar inesperado batiendo con su oleaje la planta baja de las casas, y extendido hasta el infinito. Fue un momento de estupor que dura todavía. Nunca me he acostumbrado a la existencia de Dios".


André Frossard
Periodista y escritor francés
Fue miembro de la Academia Francesa


Hijo de padres comunistas (su padre, Louis-Oscar Frossard, fue uno de los fundadores históricos del Partido Comunista Francés), Frossard fue educado en el más férreo ateísmo. Se volvió teísta a la edad de veinte años de una forma completamente inesperada y espontánea a raíz de un instante de inspiración, sin ningún tipo de influencia exterior, una visión que apenas duró unos minutos y que, a pesar de ser un consumado escritor, siempre encontró dificultades para traducir a palabras.

En su libro "Dios existe, yo me lo encontré", publicado en 1969, nos cuenta:


 "No me oculto lo que una conversión de esta clase, por su carácter improvisado, puede tener de chocante, incluso de inadmisible, para los espíritus contemporáneos que prefieren los caminos intelectuales a los flechazos místicos, y que aprecian cada vez menos las intervenciones de lo divino en la vida cotidiana. Sin embargo, por deseoso que esté de alinearme con el espíritu de mi tiempo, no puedo sugerir los hitos de una elaboración lenta donde ha habido brusca transformación, no puedo dar las razones psicológicas, inmediatas o lejanas, de esa mutación, porque esas razones no existen; me es imposible describir la senda que me condujo a la fe, porque me encontraba en cualquier otro camino y pensaba en cualquier otra cosa cuando caí en una especie de emboscada... Este libro no es el relato de una evolución intelectual, es la reseña de un acontecimiento fortuito, algo así como el atestado de un accidente. Si creo necesario hablar de mi infancia es para que quede bien sentado que nada me preparaba para lo que me ha sucedido... Para mí está claro que no he desempeñado papel alguno en mi propia conversión...


(Acerca de su familia):


"Mi padre era el secretario general del partido socialista. Yo dormía en la habitación que, durante el día, servía a mi padre de despacho, frente a un retrato de Karl Marx, bajo un retrato a pluma de Jules Guesde (socialista que colaboró en la redacción del programa colectivista revolucionario) y una fotografía de Jaurès.

Karl Marx me fascinaba. Era un león, una esfinge, una erupción solar. Karl Marx escapaba al tiempo. Había en él algo de indestructible que era, transformada en piedra, la certidumbre de que tenía razón. Ese bloque de dialéctica compacta velaba mi sueño de niño. (...)

Éramos ateos perfectos, de esos que ni siquiera se preguntan por su ateísmo. Los últimos militantes (comunistas) anticlericales que todavía predicaban contra la religión en los mítines públicos nos parecían patéticos y un poco ridículos, exactamente igual que lo serían unos historiadores esforzándose por refutar la fábula de Caperucita Roja... No había Dios. El cielo estaba vacío, la Tierra era una combinación de elementos químicos reunidos en forma caprichosa por el juego de las atracciones y las repulsiones naturales. (A través de la Ciencia) la Tierra pronto nos entregaría sus últimos secretos entre los que no habría ningún Dios... Era escéptico y ateo de extrema izquierda, y aún más que escéptico y ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar -hasta tal punto me parecía pasado, desde hacía mucho tiempo, a la cuenta de pérdidas y ganancias de la inquietud y la ignorancia humanas-...


(Tras mi conversión) mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantingado, ya no existían; mis propias costumbres habían desaparecido y mis gustos estaban cambiados.

Mi familia se alarmó. El día anterior era un muchacho rebelde y fácilmente insolente, pero, desde el punto de vista de la estadística, normal, gravitando en un círculo de ideas conocidas, teniendo, en materia de educación sentimental, el desorden que se decía propio de su edad, en fin, capaz de todo, pero no de sorprender. Al día siguiente (tras la extraña visión) era un niño dulce, asombrado, lleno de una alegría grave, cuyo sobrante no podía contenerse de derramar sobre unos allegados, desconcertados por la excentricidad de ese cardo que inopinadamente florecía entre rosas. Se creyó oportuno, suponiéndome hechizado, hacerme examinar por un médico amigo, ateo, buen socialista, que tuvo la habilidad de no convocarme a su despacho, donde no habría abierto la boca, sino de venir a casa en visita amistosa y de interrogarme indirectamente, sin insistencia ni curiosidad aparente... Algunas de esas conversaciones sosegadas le pusieron en situación de comunicar a mi padre sus conclusiones: era la "fe", dijo, un efecto de la «fe» y nada más. No había por qué inquietarse.

Hablaba de la fe como de una enfermedad extraña, que presentaba tales y cuales síntomas fácilmente reconocibles. La naturaleza del mal resistía aún al examen, pero los trabajos avanzaban. ¿Era una enfermedad grave? No. La fe no atacaba a la razón. ¿Había un remedio? No; la enfermedad evolucionaba por sí misma hacia la curación; esas crisis de misticismo duraban generalmente dos años y no dejaban ni lesión, ni huellas. No había más que tener paciencia..."


El pronóstico del buen médico de la familia no se cumplió. Frossard "sufrió" su "enfermedad" y la alegría inefable que la acompañaba, durante el resto de su larga, azarosa y, en ocasiones, trágica vida. Murió a los ochenta años.

Pero vayamos a lo que nos importa en esta entrada: antes de volverse creyente de aquella forma tan imprevista, el insigne académico francés era cualquier cosa, excepto un jovencito "adoctrinado" :-). Al menos no le adoctrinaron en la fe cristiana, aunque sí en otro tipo de "fe"...  Tampoco era "epiléptico" ni tomaba drogas. La visión repentina que le transformó por completo fue espontánea y sin ninguna causa aparente. En su libro, cuyo título citamos más arriba, pueden encontrar una narración detallada del extraño suceso que cambió su vida para siempre.

***


Escuchemos ahora a nuestro ateo favorito:
:-) 



"Si usted se siente atrapado en la religión de su crianza, valdrá la pena que usted se pregunte a sí mismo cómo sucedió eso. La respuesta es usualmente alguna forma de adoctrinamiento infantil"


***

"Los líderes religiosos están bien conscientes de la vulnerabilidad del cerebro infantil; y de la importancia de lograr el adoctrinamiento bien temprano"

***

"Los niños se convierten en los padres de la próxima generación; en una posición para transmitir cualquier adoctrinamiento que pueda haberlos moldeado a ellos"

Richard Dawkins en "The God delusion"



(En sus impecables ecuaciones vuelve a fallar una variable, profesor :-)  ¿Y van...?)


***

"En ocasiones, el psiquismo opera más allá de la ley espacio-temporal de la causalidad, lo cual demuestra que nuestra concepción del espacio, del tiempo y, por consiguiente, de la causalidad, es insuficiente. Cualquier imagen completa del mundo requiere, por lo menos, de una nueva dimensión…”

Carl Jung
Médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo
Fue uno de los padres del psicoanálisis


Carl Jung realizó una extensa investigación sobre las experiencias místicas, nosotros no vamos a entrar ahora en este tema, peliagudo donde los haya, pero les aconsejamos de nuevo consultar "Jung, o la experiencia de lo sagrado", de Jean-Jacques Antier, Kairós, 2010. El gran psiquiatra suizo estaba muy lejos de creer, como afirma Dawkins, que este tipo de experiencias son equiparables a las alucinaciones provocadas por algunos "trastornos psiquiátricos" como la esquizofrenia. Conozco personalmente a dos personas que padecen este terrible trastorno mental y he decir que el pánico, la confusión y la rabia son emociones habituales en ellos. No irradian precisamente esa paz, alegría desbordante y serenidad indescriptible que acompañan, ya para siempre, a quienes han vivido, aunque sólo sea una vez en la vida, una experiencia mística. 

Debemos aceptar que, como mínimo, "algo extraño pasa".

Rupert Shaldrake en su "El espejismo de la Ciencia" y Bernard Haisch en "La teoría de Dios", entre otros muchos (Flew, Huxley, etc.), analizan también el fenómeno del misticismo, muchísimo más complejo, asombroso e inexplicable de lo que tratan de hacernos creer los cientifistas. Hablaremos de ello más extensamente, si Dios quiere :-), en otra entrada. Mientras tanto, no se queden en la superficie, no se contenten dócilmente con las interpretaciones reduccionistas, tan conocidas y trilladas, de los militantes de la Nada. No se contenten con la salida fácil. Atrévanse a discrepar con las teorías oficiales impuestas desde las altas cúpulas de poder, orquestadas por los unos o los otros y entiendan hasta qué punto estas teorías desfasadas son convenientes para mantener en pie el armazón del capitalismo atroz que nos devora.

No se duerman en la superficie. Buceen mar adentro, sigan informándose y saquen sus propias conclusiones.
 

*** 

"Yo no soy aquí más que una sombra, una copia frágil de Dios. 
Él es mi original.

André Frossard



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