La autora de este blog se considera teísta (creyente), pero no practica ninguna religión en particular, aunque respeta profundamente todos los credos y reconoce el evidente aporte de cada sistema de creencias al crecimiento y desarrollo global, espiritual y artístico de los pueblos.
Aún así, el objetivo del sitio no es, ni mucho menos, exaltar la religión, sino mostrar que el axioma contemporáneo sobre la alianza "ciencia-ateísmo", esgrimido desde ciertos círculos académicos, no se atiene a la verdad. Ésta es nuestra tesis de partida y aspiramos a ir demostrándola a medida que aportamos información al blog.
Aunque, por supuesto, todos los lectores, sea cual sea su ideario personal, son bienvenidos, este blog ha sido concebido esencialmente como un un punto de apoyo virtual a los creyentes de cualquier credo, un archivo de consulta que proporciona argumentos sólidos a aquellos que quieran defender que su apuesta por un Dios-Causa Primordial del universo no es sólo una especie de delirio intelectual, como pretenden algunos ateos, sino una hipótesis razonable, una opción filosófica más, avalada también por muchos científicos actuales y del pasado. El motivo de este planteamiento inicial no es otro que responder a los múltiples y virulentos ataques que, tanto en la red como fuera de ella, los teístas y deístas estamos recibiendo por parte de numerosos cientifistas que aseguran, arrogándose una autoridad casi "pontificia", que "toda" la comunidad científica es atea y "todos" los teístas iletrados. Afortunadamente, refutar esta falsa premisa no será difícil.
Por otro lado, consideramos también oportuno rebatir a quienes aseguran, desde sus altas tribunas, que la fe "es el origen de todos los males". El origen de todos los males es, según creemos, la intolerancia, la intransigencia, la falta de respeto al pensamiento ajeno, unidos a la codicia y el afán acaparador tan propio del ser humano. De ahí vienen y han venido históricamente todos los conflictos. Este mal, extendido por muchos religiosos en épocas pretéritas y de cuyas consecuencias debimos aprender algo, ahora es representativo de ciertos sectores ateístas que critican en otros lo que ellos mismos practican.
Del mismo modo que una navaja puede ser práctica o peligrosa, según el uso o mal uso que se haga de ella, una idea luminosa (como las enseñanzas de Jesús, de Lao-Tsé, de Buda...) puede ser usada para crear un mundo nuevo, mejor y más justo para todos, o como excusa para justificar sangrientos genocidios. La maldad está en el hombre, no en las ideas. Nos resulta muy ingenua, o interesada, la conclusión, a la que parecen haber llegado muchos, de que un mundo sin religión sería un mundo en paz. El Siglo XX y sus devastadores regímenes laicos son una prueba cercana y terrible de lo erróneo de este postulado.
El "origen de todos los males" es el hombre mismo.
Creemos que todas las personas tienen el derecho legítimo a vivir su espiritualidad y su búsqueda personal de significado del modo que sientan y consideren más adecuado, sin verse abocados a soportar el desprecio y los insultos que, en lo últimos años, estamos sufriendo desde ámbitos "eruditos", un modo supuestamente aconfesional de "predicación" agresiva que está creando escuela sobre todo entre los más influenciables, los jóvenes, quienes sienten que este es el modo nuevo y transgresor de cambiar el mundo, desde la intolerancia, el odio y el desprecio hacia el pensamiento ajeno. Esto, por supuesto, no cambiaría nada, porque más odio, más desprecio, más intransigencia, venga de donde venga, es sólo "más de lo mismo", más de lo que este mundo ha tenido siempre. Es evidente que no hemos aprendido nada de los errores del pasado. Los nuevos inquisidores ya no llevan crucifijos colgados del cuello. Los nuevos torquemadas están formados e informados, pero su educación no pasa del bagaje de datos que los libros y algunos videos chapuceros de Internet les ofrecen, pues pueden escupirte verbalmente a la cara a las primeras de cambio si ofreces una alternativa no fisicalista como respuesta a las grandes cuestiones. Y no hablamos de oídas.
Parece que los nuevos mesías del ateísmo han cambiado la cortesía por el insulto y el agravio directo. He de decir que, al menos una servidora, echa de menos a los ateos caballerosos de otros tiempos, con quienes era un placer sentarse a debatir durante horas, delante de una taza de café, sobre lo divino y lo humano.
Pero, como hace poco declaró un eminente teólogo, aquellos tiempo felices, definitivamente, pasaron a la historia.