"¿Y es que hay acaso alguna teoría física que recuerde más a la intervención divina que una expansión salvaje iniciada (no se sabe por qué) y alimentada por no se sabe qué proceso y que vence abrumadoramente la atracción gravitatoria de toda la materia (visible y oscura) en el universo, y que en un momento dado (sin que haya tampoco explicación) deje de actuar? Aceptémoslo, el Universo no puede tener un principio salvo, que admitamos la existencia de Dios (y yo no estoy por la labor)".
Este comentario tan esclarecedor fue dejado por un usuario de la red bajo un artículo sobre la inflación cosmológica, en una página que, cabe mencionarlo, versa exclusivamente sobre Ciencia. Quiero dejar claro este punto, pues no se trataba de un foro de debate ciencia-fe. Era una charla amigable entre científicos colegas y aficionados a la cosmología.
Quienes llevamos años indagando, documentándonos y recopilando información sobre la relación entre la Ciencia y la Fe, ya conocíamos esta comezón que invade a los físicos cuando se enfrentan al enigma del principio, y no nos sorprende. Lo que sí es curioso, a mi parecer, es pillar in fraganti a un ateo cientifista, charlando con sus compañeros de gremio en su zona de confort, (confiado en que ningún creyente le está observando :-)), y verle mostrar una honestidad tan diáfana en su valoración de ese "gran" escollo al que se enfrentan los cosmólogos en la actualidad. Una valoración que jamás emitiría en presencia de un cristiano o un musulmán, por ejemplo. Al enemigo ni agua, son las reglas del juego.
En otras palabras, el problema vendría a ser éste: "Señores, Dios NO puede existir. De ningún modo. Así que todos los modelos cosmológicos, formulados o por formular, para ser validados a la luz de la Ciencia y la Razón, deben apuntar a la confirmación de esta hipótesis de partida: la inexistencia de un Ente Creador. Si algún modelo cosmológico apuntara a la existencia de Dios, (como podría ser la teoría del Big Bang y derivados) debe ser descartado por la comunidad científica y buscar otras respuestas que sí encajen con la hipótesis previa de que todo lo existente surgió de la nada".
¿Por qué postulamos esa hipótesis previa sobre la inexistencia de Dios si realmente no sabemos si Dios existe o no? Pues, como ya hemos explicado en otras entradas, porque en siglos pretéritos los artífices de la Ilustración se afanaron en formular una alternativa, en principio "neutral", a la concepción religiosa del mundo. No ponemos en duda que esta alternativa fuera entonces, y sea ahora, necesaria. Lo es. Lo que nos desconcierta, contempladas en perspectiva, es la arbitrariedad de las claves iniciales sobre las que fue cimentado ese novedoso y, en su momento, revolucionario corpus doctrinal. De nuevo, podríamos esquematizar su enunciado del modo siguiente: "La Iglesia asegura que Dios existe y es el Creador de todo, así que nosotros, al elaborar una 'alternativa' válida, debemos postular lo contrario: Dios no existe, no existe nada intangible o inalcanzable por el método científico, sólo existe la materia y energía observables y todo lo que descubramos a partir de ahora debe corroborar esta hipótesis previa (si descubrimos algo que no corrobora esta hipótesis, -es decir, lo que se denomina una "anomalía"- procuraremos que no se difunda ;-)). Por pura lógica, si Dios no existe, si no hay ninguna Inteligencia ordenadora tras el universo, no queda más alternativa que adjudicarlo todo al azar".
Razón por la cual el azar -ese inteligentísimo, habilidoso, asombroso azar de los ateos- es protagonista indiscutible de los acalorados debates entre cientifistas y teístas.
Pero simplemente se trataba de eso: si los curas dicen "x", nosotros debemos decir "y". La inercia hizo todo lo demás.
A la vista de estos precedentes, es comprensible que nuestro comentarista arriba citado se sacara de la manga su propia hipótesis cuyo esbozo dejó en otro comentario de la misma página, para reformular por su cuenta y riesgo el comienzo del universo. Una tesis algo estrafalaria, como casi todas las referidas a este ámbito, pero que, estamos seguros, ejerce un beneficioso efecto sedante sobre su torturado ánimo. Seguro que duerme mucho mejor desde que decidió creerse a sí mismo :-). Nuestro ateo, como yo o usted, amable lector, no tiene la menor idea sobre si ocurrió o no tal como él imagina y desea, pero su fe en que tuvo que ser así, es más que suficiente para calmarle los nervios. Si alguien le obliga a aceptar otra versión no fisicalista, "no está por la labor". Él prefiere dormir bien.
(Hablando de los caprichos de Morfeo, navegando por la red, me encuentro con una agnóstica encantadora -dicho sea sin ironía, me agrada su prosa sugerente, su capacidad de análisis y su postura moderada- que dedica una de las entradas de su blog a reseñar el libro "Temerosa simetría. La búsqueda de la belleza en la física moderna", un tratado bastante denso sobre matemáticas, fractales y otros laberintos, obra del conocido físico y divulgador Anthony Zee. Pues bien, en el párrafo final, nuestra amiga agnóstica nos hace una sorprendente -o no- confesión:
"Pues eso. Ánimo con el tocho… Entremos en el apasionante mundo del diseño asistido por las mates. Y... ¿qué pinta Dios en todo esto?… Quizás más de lo que parece. Para tranquilizarme a mí misma y poder irme a dormir a pierna suelta, pensaré una vez más en Monod, en su azar y su necesidad, en la bioquímica… y en la ausencia de este Dios escurridizo y complicado".
En esta entrada les explicábamos por qué a los adalides del materialismo cientifista les incordia tanto que el universo tuviera un principio. En ese mismo post se evidencia también por qué, si al final resulta que no existió ese comienzo, a los teístas nos traerá al fresco :-). Muchos creyentes hinduistas llevan siglos "sabiendo" que el universo es eterno, sin principio ni fin, y esto no les impide atribuirlo a Dios. Ya lo aceptaban así mucho tiempo antes de que esta cualidad del universo fuera útil a los físicos para descartar la molesta hipótesis del Creador.
Al final triunfará la presión del fisicalismo, pues todo apunta a ese desenlace, y "decidirán" que el universo no tuvo un principio ¿...Y? A mí, personalmente, no me supondrá ningún gran desbarajuste en mis esquemas, entre otras razones, porque son las "escalofriantes contorsiones" que los ateos adjudican a su inverosímil dios-azar, lo que a mí y a la mayoría de los creyentes nos pone en guardia frente a todo su manido discurso. Cuando alguien me demuestre que el azar puede usar escuadra, compás y cartabón, empezaré a replantearme en serio mis creencias. Mientras tanto, permítanme abrazarme a mis dudas, mis viejas compañeras de viaje.
Erraticario nos ilustró en este excelente artículo, con la lucidez que le caracteriza, sobre los problemas que conlleva la tesis de la inflación. Extraemos un párrafo para que abran boca, referente al "multiverso burbuja", un modelo que lentamente se va imponiendo, a falta de otro mejor que diluya el problema del "ajuste fino" en un espumoso océano de ecuaciones, que es de lo que se trata.
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