Por otro lado, las personas creyentes que no tienen ninguna preparación científica, hacen igualmente el ridículo cuando intentan hablar sobre ciencia (hablamos de este asunto aquí). Ellos también están intentando vender libros a personas que ya están de acuerdo con ellos. La ironía es que la gran mayoría de las personas religiosas no son fundamentalistas, e incluso están de acuerdo con la ciencia y la asumen. Y la gran mayoría de científicos están felices con la religión. Si te das cuenta, ¡ambos grupos son las mismas personas! Pero nosotros, que conformamos esa gran mayoría, hemos permitido que el debate público sea dominado por las personas que están tratando de venderte algo, sea de un extremo o del otro. Y la gran mayoría de las veces, lo que están intentando vender no tiene nada que ver ni con la ciencia ni con la religión".
Astrónomo estadounidense
Formado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts,
actualmente es jesuíta y portavoz del Grupo de Investigación del Observatorio Vaticano
En 2000, un asteroide fue nombrado en su honor por la Unión Astronómica Internacional: "(4597) Consolmagno", también conocido como “Little Guy”
Comparto con el paciente lector una breve anécdota que nos resulta útil para ilustrar lo que nos cuenta Consolmagno: hace unos meses, en el transcurso de una de mis escasas discusiones con ateos, propuse a mi oponente que ampliara sus lecturas con una lista de obras de científicos y filósofos de la Ciencia que proceden del sector crítico con el reduccionismo, autores que están empezando a reconsiderar la hipótesis "Dios" a la vista de los últimos descubrimientos en física y astronomía. Pues bien, mi mozalbete ateo se cerró como una almeja pocha y se curó en salud soltándome un rotundo: "yo no leo basura"... Estarán conmigo en que, como estrategia defensiva, no deja de ser una solución eficaz :-) "Sólo los libros que corroboran lo que yo pienso son fiables, todo lo demás es basura". Los entendidos lo llaman "sesgo de confirmación", yo lo llamo "escudo antimisiles" :-) Así tienen, desde luego, las espaldas cubiertas y las ideas a salvo bajo candado.
Pero, por sus miedos los conoceréis. Lo que estos apasionados ateos no acaban de captar es que esta actitud excluyente, estas líneas rojas tan obcecadamente defendidas, esconden un problema de inseguridad, como explica bien el astrónomo al que dedicamos hoy nuestra entrada. Si te niegas a contemplar otras versiones distintas a la tuya sobre cualquier tema, quizás deberías empezar a plantearte si no estarás permitiendo que el temor vaya ganando plazas por tus fueros. Porque cuando alguien está muy seguro de su postura, poco o nada le puede afectar que otros expongan las suyas. De hecho, el estudio pormenorizado de esas otras opiniones solo puede, en este caso, enriquecer tu bagaje cultural e incluso, por oposición, afianzar tus propias creencias, si éstas ya son bastante firmes, y esto es válido tanto para el ateo como para el creyente.
Por cierto, a quien pueda interesar, los autores cuya obra recomendé a mi amiguito ateo y que él consideró, aún sin conocerlos, "fabricantes de basura" eran: el filósofo de la mente Thomas Nagel, el filósofo de la Ciencia Paul Feyerabend, el escritor Aldous Huxley, el biólogo Kenneth Miller, y los físicos Russell Stannard, Paul Davies y Hans-Peter Dürr, entre muchos otros... Por supuesto, habrá quien me acuse -una vez más- de hacer uso del argumento de autoridad, y una servidora -una vez más- les advertirá que esta misma acusación también es aplicable a quienes citan a Hawking, Dennett, Dawkins, Hitchens, etc. para defender su ateísmo. La diferencia radica en que muchos ateos que citan alegremente a estos expertos, la mayoría de las veces, no saben que los están citando: simplemente, oyeron sus ideas en algún sitio y se limitan a repetirlas como si fueran propias, o como si hubieran brotado del suelo como los champiñones. O eso, o bien creen (por fe :-)) que estos autores están en posesión de la Verdad y los que piensan lo contrario, no.
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Si me lo permiten, añado una última anécdota relacionada para cerrar esta entrada ya demasiado extensa. Hace algún tiempo, traté de exponer mi postura teísta a una conocida mía, apoyando parte de mi argumentación en algunas célebres reflexiones de Pascal. Tampoco me dejó terminar. Su respuesta, por una vez, me dejó muda:
"Yo no sé quién es ese Pascal, y no me hables de él que no quiero cambiar de opinión".
Lo que me dejó sin habla no fue la respuesta en sí, pues, como vengo diciendo, sé que muchos ateos, sobre todo si son jóvenes, se sienten inseguros respecto a sus creencias y tienen miedo a que alguien pueda sembrar dudas que abran grietas en su acorazado escudo-anti-curas :-), de ahí su férrea autocensura literaria. Lo que me dejó a cuadros fue la brutal sinceridad de mi amiga, su conmovedora inocencia. Pasada la sorpresa inicial, solo pude experimentar ternura hacia ella. Al menos fue honesta y esto es algo que considero excepcional en este colectivo; ella me dejó clara desde el principio su intransigencia, y al descubierto su temor a estar equivocada. Tenía miedo de que su concepción del mundo fuera errónea, y me lo confesó, sin más. Una actitud que no pude menos que agradecerle, aunque la suya fuera una reacción visceral más que una respuesta premeditada.
Por supuesto, respeté su deseo, jamás volví a hablarle de Dios ni de Pascal.
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"Yo deseo que el ateísmo esté en lo cierto. Y me siento muy incómodo ante el hecho de que algunas de las personas más inteligentes y bien informadas que conozco sean creyentes… Yo no quiero que Dios exista…"