Les dejo con él.
El libro que voy a comentar lleva ya publicado unos años (desde 2012, en su versión original “A Universe from Nothing”), pero ha tenido bastante impacto desde entonces en el ámbito de la divulgación científica. Forma parte de esos libros escritos por un determinado grupo de científicos del entorno anglosajón que profesan un ateísmo militante. Como es sabido, uno de los más famosos en ese contexto es Richard Dawkins, amigo personal del autor de este libro, y muy admirado por él. De hecho, el postfacio del libro está escrito por este biólogo evolutivo ya retirado. El autor del libro que ahora nos interesa es un cosmólogo americano, Lawrence M. Krauss, y no parece ser tan agresivo como Dawkins al argumentar a favor del ateísmo, aunque mantiene su misma línea argumentativa, común también a otros científicos que intentan mostrar la coherencia de su increencia mediante supuestos argumentos científicos. Y he escrito este adjetivo “supuestos” porque voy a intentar mostrar que de lo que carecen es justo de argumentos científicos, al hablar de conceptos como creación, nada, Dios, etc. Uno podría pensar que, dada la carrera tan consolidada que tiene el autor en ese ámbito científico, yo no soy nadie para criticar y pretender estar a la misma altura. Sin embargo, no pretendo criticar la ciencia de este científico, sino su falta de conocimiento de otros conceptos no estrictamente científicos (o al menos no únicamente científicos), y su cientifismo, que no es lo mismo que su ciencia. El cientifismo es una posición ideológica que lleva al científico a interpretar la realidad y los conceptos de una manera muy reduccionista sin tener en cuenta los argumentos de otras áreas del conocimiento también válidas para entender la realidad. Este cientifismo está tan metido en la mentalidad de algunos científicos que es posible que ni ellos mismos sean conscientes de los estrechos límites en los que se mueven para entender esa realidad. Éste parece ser el caso de Krauss.
Para hacer una crítica de un libro, positiva o negativa, obviamente, hay que leer el libro. Empecé hace unos días a hacerlo pero, cuando llevaba unas diez líneas, me percaté de que había contenido suficiente para, al menos, empezar la crítica. Esto es así porque en esas frases del prólogo el autor ya menciona con mucha claridad cuál es el objetivo del libro y cuáles son sus ideas principales. Se lo agradezco de veras porque no siempre los autores de este tipo de obras son tan claros. Tengo que decir también que me ha llamado la atención su rectitud porque enseguida muestra las pegas con las que sus argumentos han sido recibidos por gente que piensa de manera contraria a él, sin descartarlos de entrada como razones propias de un nivel inferior dominadas por una injerencia de lo religioso o filosófico en lo científico. Este modo de enfocar este asunto sí es frecuente, en cambio, en su amigo Dawkins, que de manera vehemente y muchasveces casi irracional arguye contra todo lo que pueda oler, según su entender, a presencia cristiana o religiosa. Veremos si en el resto del libro se mantiene este tono tan adecuado para debatir, porque de momento sólo he leído (y sólo voy a comentar) el prólogo. En posteriores escritos en este blog podré aportar más ideas a medida que vaya leyendo los capítulos.
La primera frase ya es una declaración de principios, pues el autor manifiesta claramente que no se siente cercano a la convicción de que la creación requiera un creador. Con esto ya tenemos el tema fundamental del libro: demostrar que la misma física basta para explicar no sólo que exista la realidad sino el procedimiento que dio lugar a su existencia. Incluso, más explícitamente, Krauss señala que “la ciencia moderna ya se está enfrentando a la cuestión de por qué hay algo en vez de nada“. Con esto, según este científico, la ciencia también sería el único ámbito adecuado en el que plantearse la pregunta “¿Por qué hay algo, en vez de nada?” Dice el autor: “Aunque se suele plantear como una cuestión filosófica o religiosa, es primero y ante todo una pregunta sobre el mundo natural; por lo tanto, el medio adecuado para intentar resolverla, primero y ante todo, es la ciencia.” Bien, antes de seguir con otros temas del prólogo quiero detenerme aquí para hacer ver algo que es quizá obvio. Que la pregunta sea sobre la existencia del mundo material no implica en grado alguno que el medio adecuado para resolverla seael mismo medio material. Suponiendo esto, como el autor hace, se está cayendo en un a priori por el cual ya supongo que la única explicación para lo material es la materia misma. Esto es precisamente lo que hace el cientifismo: no hay realidad más allá que la material, por lo tanto la única manera de explicar la realidad es la que explica el mundo material. Para los no habituados con la física aclaro que, cuando se habla de materia en la física, ya se da por supuesto que es masa y/o energía.
En cualquier caso, realidad material, medible, física. Diciendo esto se está suponiendo que toda la explicación de cualquier realidad pasa por la explicación científica, cuando en realidad hay muchos asuntos que la ciencia no ha explicado ni puede explicar. Entonces, uno podría pensar, como de hecho hacen muchos científicos como Krauss, que todavía no las ha explicado pero las explicará (materialismo promisorio del que hablaba Popper, en otras palabras, "fe"). Pero justo esto es en sí mismo no científico. Curioso porque el mismo Krauss cita las condiciones necesarias para que haya conocimiento científico y precisamente una de ellas es que haya pruebas. Pero si todavía no hay pruebas de la explicación de toda la realidad por medio de la materia, ¿cómo puede decir desde la ciencia que la ciencia misma las encontrará? ¿Y si no las encuentra, entonces se cae todo? Con esto el autor está descartando de un plumazo toda explicación posible a los porqués que no venga del método científico experimental, y esto es claramente una limitación.
Me detengo ahora en un tema que el autor aborda valientemente, porque no todos los científicos como él lo hacen. Se trata de aclararse con lo que significa el concepto de “nada”. De esto se habla en muchos libros de cosmología pero hasta ahora no había leído que un cosmólogo como él expusiera lo que entienden unos y otros sobre este concepto. Alude el autor a la definición de “nada” según los filósofos y teólogos como “inexistencia”. Y lo bueno es que este cosmólogo se da cuenta de que cuando personas como él hablan de la nada, no lo están haciendo según este concepto sino que en realidad siempre hay algo, sea energía, fluctuación, vacío cuántico, o lo que sea. La cuestión es que el vacío no es la nada, pues siempre hay algo. Pero si de verdad no hay nada, entonces no cabe la física para explicar lo que sea. En realidad, no habría ni siquiera leyes de la física… El autor no puede admitir esto porque entonces todos los argumentos desde la ciencia perderían su sentido. Entonces Krauss recurre a algo ya conocido en el contexto de la cosmología: “hemos aprendido que el espacio y el tiempo pueden aparecer espontáneamente”. También sugiere algo un poco más refinado. Se trata de que si, de hecho, Dios creó algo a partir de la nada, como dicen los teólogos, entonces en esa nada había un potencial de crear algo, que la hace, según él, distinta del concepto de nada dado “por decreto divino”. Entonces, de alguna manera asocia esa potencialidad a que una leyes permiten un concepto de la nada distinto al que consideran los filósofos y teólogos. En el fondo, no se quiere admitir que todo haya surgido por una causa externa que ha creado algo de la nada porque al no ser un concepto científico suena para esta gente como una injerencia en su campo.
Sin embargo, no es así. Partir de esa realidad no supone en modo alguno una injerencia en la ciencia sino el reconocimiento humilde de que, de hecho, la ciencia no puede llegar a explicarlo todo porque su método es limitado. Con esto no quiero decir que la ciencia tenga que demostrar que hay un creador. Ni siquiera podría porque sus límites están marcados por la realidad material. Pero en este límite reside también su éxito al llegar a explicar muchas cosas del mundo material, utilizando un método muy eficaz. No se trata tanto, como sugiere el autor, de tapar lo que no se ha entendido bien todavía con explicaciones mitológicas, leyendas o filosofía barata (el famoso dios de los agujeros), sino de reconocer que la ciencia también tiene sus límites y dar peso a otras explicaciones, también con sus límites, pero que cuando son razonadas también pueden ser razonables. Reconocer esto es más coherente que vivir con la pretensión de que la ciencia puede o podrá explicarlo todo. Al menos, uno no cae en un a priori tan elocuente y en una ansiedad continua cuando, de hecho, ve que no todo lo puede resolver o explicar desde la ciencia. Por cierto, el autor llega a decir que incluso la moralidad podrá explicarla la ciencia en algún momento, sustituyendo a la religión en ese terreno. Una vez más un a priori no científico. Incluso, aunque pudiera ser así, como todavía no hay pruebas de ello, ningún científico debería hacer esta afirmación tan rotunda.
Por si no ha quedado clara su intención transcribo aquí literalmente lo que dice en el siguiente párrafo: “Mi verdadero propósito aquí es demostrar que, de hecho, la ciencia ha transformado el campo de juego de tal forma que estos detalles abstractos e inútiles sobre la naturaleza de la nada han sido sustituidos por intentos operativos útiles de describir cómo podría haberse originado en realidad nuestro universo. También explicaré qué puede implicar esto en relación con nuestro presente y nuestro futuro.”
A partir de ahora, el autor enfrenta dos desafíos desde mi punto de vista. Uno es cómo va a explicar el inicio del universo, y el otro es si me va a convencer de que ese inicio no requiere de un creador sino que la propia física puede explicarlo. Como he dicho en los anteriores párrafos, esto último me parece una tarea imposible desde la propia ciencia, pero veamos qué nos cuenta este gran cosmólogo.
Seguiremos a la escucha :-)
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