"Es difícil determinar si es advertida o inadvertida esa invasión de
campos que se produce con frecuencia en la actualidad, cuando un ambiente positivista que descarta la filosofía como conocimiento válido y que todo lo cifra en la ciencia, lleva a preguntar a los científicos
cuestiones que no son científicas sino filosóficas, a las que la ciencia no puede responder. En muchas ocasiones, el científico es honesto y
responde como hombre, y autorizado como todo hombre a reflexionar y
opinar sobre esos temas, pero dejando claro que no se trata de la
respuesta de la ciencia, pues su ciencia no trata de eso. En otras
ocasiones no se hace esta salvedad, y aun a veces casi se da a entender que eso es lo que dice la ciencia, o que una opinión distinta sería incompatible con ella. Y en otras ocasiones, sin ni siquiera ser preguntado, el científico escribe libros de divulgación de la ciencia que son libros de filosofía materialista pero presentada ésta como conclusión científica, o
dejando esa impresión, por el hecho de ir entremezclada con una, a veces, muy
amena divulgación científica.
Un ejemplo paradigmático lo tenemos
en la divulgación de Stephen Hawking. Al hablar de la posibilidad de
llegar a una descripción del universo sin singularidad inicial, se
pregunta “¿qué papel jugará ya entonces el Creador?” La respuesta cabal
debe ser: ninguno. Como tampoco lo juega ahora ni lo ha de jugar nunca
en la física. No creemos en Dios por razón física alguna, ni porque el
universo, o su inicio, sea de un modo u otro, sino porque hay ser en vez de nada. Dios es la respuesta a una pregunta filosófica, no a una
pregunta científica. Ni la idea de Dios, ni la idea de ateísmo o
agnosticismo son ideas de la matemática, ni de la física, ni de la
química ni
de la biología. Dicho de modo más claro: ningún teorema matemático,
ninguna teoría física, ningún experimento químico, ninguna explicación
biológica podrá jamás demostrar que Dios existe. Como tampoco podrá
descartar su existencia. Dios, sencillamente, no aparece en la ciencia, como no aparecen las pequeñas angulas en una red de amplia malla lanzada al mar para pescar grandes atunes (el ejemplo, en otro contexto, es de
Popper), no porque no haya angulas en el mar, sino
porque esa red no sirve para atraparlas. Dios no aparece en la ciencia no porque no haya Dios –algo que nunca sabrá la física– sino porque su método experimental no está diseñado para el acceso del hombre a la divinidad. Lo mismo podríamos decir de otras realidades, pero bástenos
ésta, la de mayor importancia, como botón de muestra.
(Lo hemos sugerido aquí en otras ocasiones: si Dios creó el mundo natural, Èl no está "dentro" del mundo natural, como el panadero no está dentro del pan... pero el pan, por el mismo hecho de "ser" y de ser un objeto, exige un agente o, al menos, una causa. La Ciencia, por definición, sólo tiene a su alcance el mundo natural, así que no puede alcanzar a Dios, puede "intuirle", pero no alcanzarlo. La extendida pretensión de que, como la Ciencia no puede alcanzarlo, Dios no existe, puede ser legítimamente acusada de cientifismo).
Esto no
significa que no sea deseable algo que de hecho considero urgente
necesidad: que la reflexión filosófica actual arranque del mundo tal
como hoy nos lo presenta la ciencia (es decir, sin quitar ni añadir una coma al corpus de datos hasta ahora recopilados y probados por el método científico), pero dejando siempre claro que se
está ya en filosofía y siempre que se arranque desde ciencia real,
ciencia establecida, no desde ciencia conjetural y mucho menos ciencia prometida, desde la que todo puede ser probado.
Sin embargo, los
legos en materia científica tienen dificultad para saber si se está en
ciencia o se está en especulación filosófica, y si se está hablando de
ciencia establecida, de ciencia meramente conjetural (algo serio y
habitual en la actividad científica) o incluso de ciencia prometida (lo
que ni siquiera sería serio dentro de la ciencia). A algunos les suena
tan fantástico que se hable del universo en los primeros segundos como
del universo en ciclos anteriores al actual, sin saber que lo primero no
tiene nada de fantasioso, sino que es ciencia perfectamente
establecida, y que lo segundo es, al menos hoy, ciencia prometida".
Ignacio Sols
Catedrático emérito de álgebra en la Facultad de Matemáticas
Universidad Complutense de Madrid
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