Me atrevería a decir que esta es la postura habitual de muchos de los ateos que conozco (aunque no de todos, por supuesto), cuyo discurso y actitudes he estudiado a fondo. Obviamente, ésta es también la posición del actual representante del ateísmo militante por excelencia, Richard Dawkins, que es, digamos, un libro abierto en este sentido :-), a pesar de sus múltiples esfuerzos por hacernos creer que, en su virulenta cruzada anti-Dios, le mueven únicamente loables razones altruistas.
"Yo no creo en Dios, porque no quiero que Dios exista, no quiero que los religiosos, que tanto me molestan, tengan -en parte- razón". No esperen que los ateos reconozcan alegremente este punto :-) Ellos suelen acusar a los teístas de no ser equitativos en la búsqueda de la verdad, de estar condicionados por su educación religiosa, de tener "razones personales" para creer que Dios existe; estas razones, siempre según ellos, son muy variopintas, y van desde el miedo a la muerte, hasta la inseguridad, la necesidad de certezas, etc. Una vez más acusan en los demás defectos propios, pues a la mayoría de ellos también les mueven razones muy personales para "necesitar" que Dios no exista: la principal de ellas es el odio cerval a la religión y sus representantes (es curioso, pero suelen obviar que muchos teístas no practicamos ningún credo ni tenemos nada que ver con ninguna religión institucionalizada). En este caso, tan condicionada estaría la actitud del creyente como la del ateo.
Pocos, y mucho menos nuestro arrogante Dawkins, gozan de la humildad y la grandeza de espíritu necesarias para confesar públicamente, con la honestidad de la que hace gala el profesor Nagel, que la convicción de que Dios no existe no llegó a ellos como fruto legítimo de una profunda meditación "racional" y filosófica, alimentada por algunos descubrimientos de la Ciencia, cuya interpretación aventuran de modo sesgado, haciéndola encajar en su ideología previa, sino que fue producto de una motivación mucho más oscura, íntima e interesada: el deseo de eliminar la religión del mundo, y es este firme deseo lo que les impulsa a dirigir la boca del cañón directamente a los cimientos del edificio.
Como escribió el filósofo y profesor de antropología Alejandro Llano:
Ya saben, si les acusan de "creer en Dios porque necesitan que Dios exista", respondan "usted no cree en Dios porque necesita que Dios no exista" :-)
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