¿Significa esto que mi amiga no existe?
¿No será más lógico deducir que mi cerebro responde de la única manera que sabe y puede a un estímulo-realidad que está sucediendo-ubicándose fuera de él, del mismo modo que la hoja responde del único modo que sabe y puede (es decir, agitándose) ante el estímulo real y externo del viento?
¿O, como la hoja se está moviendo, deducimos sin más que el viento no existe?
Siguiendo con las conclusiones absurdas, pero lógicas si las derivamos de la absurda premisa de los ateos, también cabe interpretar que el sexo tampoco existe, pues es bien conocida la zona del cerebro que se activa durante el coito (que, por cierto, dicen que es la misma que se activa cuando comemos chocolate... personalmente lamentaría profundamente que el chocolate no existiera :-)).
Si me permiten continuar con la broma, creo que si seguimos negándole la existencia a más fenómenos, objetos, funciones y entidades, sólo porque podemos pensar en ellos y reaccionar fisiológicamente en consecuencia; o porque su existencia influye, interactúa y se refleja modificando la realidad de otros fenómenos, objetos y entidades; acabaremos, esta vez sí, flotando en un pobre y desolado vacío, que ni siquiera se podrá permitir el lujo de llamarse "cuántico", puesto que los quantums también tienen su reflejo en el cerebro y, por tanto, -como Dios, mi amiga, el viento, el sexo, el chocolate y el yogur-, tampoco existirían ;-)
Sea como fuere, exista o no ese "punto de la fe", la precipitada conclusión de los ateos de que el hecho de que una parte de nuestro cerebro reacciona cuando pensamos en Dios es una "prueba irrefutable" de su inexistencia, resulta, por decirlo suave y educadamente, cuando menos, cómica. Entre otras razones de más peso argumental porque, con los mismos datos en la mano, los creyentes podríamos concluir exactamente lo contario. Todo es cuestión de perspectiva.
En una entrevista concedida al diario digital El Cultural, el físico Antonio Fernández-Rañada, a quien nuestros lectores conocen bien, fue interpelado acerca de este tema. Cuando el entrevistador le preguntó si Dios podría ser "sólo una compleja conexión de neuronas", el científico contestó algo que, por evidente que resulte, no está de más recordarlo una y otra vez a los filósofos de salón tan inclinados
a olvidar lo que es obvio, por la única razón de serlo:
"Lo importante es saber si está también en otros sitios..."
Pueden leer la entrevista completa aquí.
***
"El error común consiste en plantear la cuestión de la existencia de Dios en términos de “objetivación”, pretendiendo que de la actividad del cerebro pueda derivarse la existencia o inexistencia de Dios como un objeto más entre los demás objetos, externos o internos, del mundo habitual.
Debatir sobre la existencia de Dios como una objetivación externa, no será más fructífero que hacerlo sobre la existencia “ahí afuera” del color que denominamos “rojo” o del sabor que llamamos “salado”, más allá de la actividad productora del sistema nervioso en general y del cerebro en particular.
Trasladar el debate al ámbito de la objetivación interna, considerando a Dios como mero objeto de una creencia, tampoco aportará nada substancial acerca de su inexistencia, pues simples creencias son asimismo lo que entendemos por “libertad” o “justicia”, sin que nadie pueda negar la evidencia de su inmenso poder inspirador y movilizador.
La neurociencia por sí sola únicamente puede explicar la experiencia mística hasta cierto punto, y dentro de una metodología restringida, que necesariamente debe estar abierta a estudios provenientes de otras disciplinas, como la sociología, la teología, la filosofía de la religión, la ética y la psicología.
En definitiva, se trata de abogar por una perspectiva de análisis coherente, amplia e informada, que por su propia riqueza se mantenga a salvo de caer en fáciles y empobrecedores reduccionismos. Cuando la naturaleza propia del debate se contempla desde la óptica de esta perspectiva multidisciplinar, bien puede decirse que el reduccionismo de corte neurológico no se diferencia en esencia del reduccionismo de corte semántico, y en este sentido Dios estará en nuestro cerebro tanto como en nuestros diccionarios".
Mario Toboso
Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad de Salamanca
Es científico Titular en el Instituto de Filosofía (Departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas -CSIC-
Así es, que una zona específica del cerebro se active al rezar no evidencia nada en absoluto, ni la existencia ni la inexistencia de Dios. Como apunta el doctor Toboso, en el diccionario aparecen seres reales o imaginarios, el Dios de los creyentes o el famoso unicornio tan citado por los ateos :-)... Todos coincidimos en que sería una derivación descabellada concluir que algo existe o no en función de que los académicos que elaboran el diccionario lo hayan o no incorporado a su lista.
Cambien "diccionario" por "cerebro" y el que lea entienda.