"Como animal racional, el hombre tiene, además de instintos, facultades superiores que lo distinguen de los animales irracionales: inteligencia, voluntad y libertad, facultades que ha recibido, pues no han sido creadas por él mismo, y que le llevan a preguntarse por el mundo que le rodea. En su búsqueda, el hombre es capaz de distinguir numerosos seres que son contingentes, no necesarios. Eso le lleva, en pura lógica, a preguntarse si es posible que todos los seres que existen sean contingentes.
Si el hombre llega a hacerse esta pregunta, se está planteando una cuestión metafísica, así llamada porque va más allá de la física, que agrupa todo lo que se puede percibir por los sentidos o mediante herramientas que extienden nuestra capacidad receptora. Una vez planteada la pregunta, la respuesta racional, más o menos ineludible, es que la existencia de seres contingentes implica la existencia de un ser necesario.
La existencia de un universo contingente, acaso finito y no eterno, como el que parece proponernos la ciencia contemporánea, requiere la existencia de un ser necesario, no contingente, causa del universo.
Los ateos del siglo XIX respondieron a este dilema negando la existencia del universo. 'El universo -aducían- no es un objeto físico, es una mera construcción mental. La totalidad de la materia y la energía es un concepto artificial, no corresponde a nada concreto. Por tanto, al no ser un objeto físico, el universo no necesita una causa' (una refinada e incoherente solución de compromiso, pues esta concepción del universo chocaba frontalmente con la filosofía materialista que esos mismos ateos del XIX, como los de hoy, enarbolaban: si, según el materialismo, sólo existe lo físico, pero el universo no es físico, ¿qué existe, entonces?).
Pero a partir de 1916, cuando Einstein formuló su ecuación cosmológica, las circunstancias cambiaron. Si hay una ecuación que se aplica al universo, este tiene que ser un objeto físico, porque sólo los objetos físicos pueden describirse mediante ecuaciones matemáticas. En consecuencia, la argumentación atea anterior cae por su base. Si el universo es un objeto físico, necesita una causa, como ocurre con cualquier objeto físico.
'Muy bien -sostienen los ateos-, supongamos que el universo tiene una causa y que a esa causa la llamamos Dios. En tal caso, ¿cuál sería la causa de Dios? El problema no se ha resuelto, simplemente se ha trasladado. Es mejor suponer que Dios no existe y que el universo se ha creado a sí mismo, que es autosuficiente'.
El biólogo Richard Dawkins se ha convertido en el adalid de este tipo de argumentaciones. En uno de sus últimos libros de divulgación ('El espejismo de Dios', 2006) aduce a lo que él llama 'el argumento 747 definitivo', que puede resumirse así:
-Si nos encontramos con un Boeing 747, tenemos que suponer que en su fabricación hubo diseño.
-Siempre que alguien diseña algo, el diseñador (el hombre, en el caso del 747) es más complejo que lo que ha diseñado, y su existencia también necesita explicación. En el caso del hombre, la explicación es la evolución biológica a través de la selección natural.
-Nuestro universo es mucho más complejo que un 747, y por tanto es mucho menos probable. Si fue diseñado, su diseñador (Dios) tendría que ser aún más complejo que el universo, y por tanto menos probable.
(Aquí podríamos alegar que es precisamente esa "improbabilidad", que él mismo reconoce, de que exista un universo como el nuestro, lo que exige un agente externo a él que lo cause, por no hablar ya de que, siguiendo su razonamiento, si el universo es tan improbable y, sin embargo, existe, ¿por qué no habría de existir Dios, sólo porque es improbable que exista? :-))
-Luego no es probable que Dios exista. Y en caso de que existiese, ¿quién habría creado a Dios? Entraríamos en una regresión infinita.
¿Por qué no funciona este razonamiento? Porque tiene una premisa oculta: supone que el diseñador del universo (Dios) es un objeto físico y está sujeto a las mismas restricciones que cualquier otro objeto físico: que es material, contingente y tiene principio y causa. Por eso habla de que Dios es complejo (lo que implica que es material), que su existencia es muy poco probable (lo que significa que es contingente), y dice que Dios también tendría que tener causa (¿quién habría creado a Dios?)
Es un caso claro de lo que los filósofos llaman la falacia del hombre de paja. Su argumento del 747 dista mucho de ser definitivo, pero como Dawkins parece ignorar los principios elementales de la lógica y la filosofía (por no hablar ya de la teología, un tema del que habla mucho y del que no sabe nada), no creo que se dé cuenta de la debilidad de su razonamiento.
Un Dios necesario, inmaterial y sin principio ni causa no es menos probable que el universo. De hecho, si postulamos que ese Dios existe y creó el universo, el propio universo se vuelve automáticamente mucho más probable, porque un Dios creador habría diseñado precisamente un universo como el nuestro, que haga posible la vida inteligente, en lugar de uno carente de interés, sin vida o que recaiga rápidamente en la inexistencia.
Utilizando el mismo argumento que utilizaban los ateos en el siglo XIX, podemos aducir que Dios no es un objeto físico, cosa evidente para cualquier creyente. Dios no necesita una causa, luego es un ser necesario.
Julio A. Gonzalo
Catedrático de Física de Materiales en la Universidad Autónoma de Madrid
Doctor en Ciencias Físicas por la misma universidad
y
Catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos
Profesor honorario en la Universidad Autónoma de Madrid
Todos los incisos en caracteres grises son nuestros.
Nuestro profesor Dawkins hace uso de un buen número de estas falacias, es decir, estrategias lógicas consideradas deshonestas en un debate serio. Pero el hombre de paja es la estrella de su discurso.
Los doctores Gonzalo y Alfonseca lo han dejado meridianamente claro, pero no me resisto a añadir un ejemplo de mi cosecha, me siento juguetona :-). Jueguen ustedes conmigo, imagínense que les propongo el siguiente despropósito:
"Un etólogo (Richard Dawkins, por ejemplo) es un sujeto que, simplemente, se dedica a observar detenidamente el comportamiento de los animales y a hablar después sobre ello... Mi sobrino de siete años hace lo mismo cuando va al zoo: observa detenidamente el comportamiento de los animales y, cuando llega a casa, nos habla de ello. Una labor que puede realizar un niño de siete años no puede ser -por pura lógica- ni difícil, ni útil, ni seria".
¿Por qué, a pesar del descabellado paralelismo, a primera vista "parece" que el argumento funciona? Pues porque la conclusión es válida, aunque la premisa no lo sea, y este, señores, es el "truco" de Dawkins. Lo desglosamos a continuación en cuatro cómodos pasos :-), a saber:
Paso 1: Yo me saco de la manga una definición palmariamente incompleta, injusta y arbitraria de lo que significa ser etólogo (que, por supuesto, es mucho más que un tipo que observa a los animales, pero que mi definición sea injusta e incompleta, importa un rábano).
Paso 2: Reduzco la etología a su mínima expresión sugiriendo (o afirmando rotundamente) que ser etólogo es "sólo" eso que yo digo que es y nada más.
Paso 3: Ataco con saña esa definición errónea de la etología que yo misma he creado, asegurando que una actividad tan simple la puede realizar un niño de siete años.
Y paso 4: Por tanto (y esta es la conclusión que parece cierta sin serlo), la etología no es un área de estudio ni difícil, ni útil, ni seria.
¿El resultado? Una falacia de primer orden.
Los "hombres de paja" de Dawkins suelen estar más elaborados, claro, nadie niega su evidente talento para la retórica, pero, si prestan atención, el mecanismo interno de su "lógica" funciona siempre del mismo modo:
Paso 1: Dios, de existir, sólo puede ser "algo parecido a un hombre". (¿Por qué sólo puede ser algo parecido a un hombre? Pues, básicamente, porque él lo dice :-)).
Paso 2: Si Dios es "algo parecido a un hombre", entonces cabe entenderlo como otra criatura más surgida de la evolución que, como todas las criaturas surgidas de la evolución, debió tener una causa precedente.
Paso 3: Si este 'dios-parecido-a-un-hombre' tuvo una causa precedente, ésta a su vez tuvo otra causa precedente y así ad infinitum. Esto, nos dice el profe, es absurdo. Por si fuera poco, este dios-parecido-a-un-hombre-con-infinitas-causas-precedentes está fuera del universo y es creador del mismo. Esto, nos dice el profe, roza ya el ridículo.
Y paso 4: Y, como además de absurdo y ridículo, todo esto es altamente improbable (mucho más que un burro volador), entonces, la única conclusión posible es que Dios no existe.
***
Por supuesto que ese "dios" utilitario que Dawkins se saca de la chistera, como un conejito asustado en un mal espectáculo de magia, no existe. Pero esto ya lo sabíamos todos, no hacía falta tanta oratoria para "demostrarlo". Incluso el mismo Dawkins sospecha que el diocesillo-conejo-con-infinitas-causas-precedentes de su tesis no tiene nada que ver con el Dios real.
Aun así, con la modestia y sencillez que le caracterizan, el profesor Dawkins ha calificado este argumento suyo como definitivo. A nosotros también nos lo parece: definitivamente falaz :-), nos cuesta creer que haya tenido tanto éxito, pues sus seguidores lo repiten por doquier como un mantra ayurveda, sin pasarlo antes por el filtro de la sana crítica, esa cuya excelencia pregonan también por doquier.
La razón no puede estar más clara:
hay una falacia más, el argumento ad nauseam, que casi siempre juega a su favor.
Un tipo con suerte.
***
Sobre la imagen que muchos científicos tienen de Dios, aquí.
Ya hablamos del tema de este post aquí.
Todas las entradas que aluden a Richard Dawkins incluida ésta, aquí.