Pero lo que captó realmente mi atención fue, como digo, el comentario que transcribimos más abajo. He de confesar que me resultó más sustancioso y menos corrosivo que el artículo que indirectamente lo provocó. Llámenme quisquillosa, pero siempre he considerado que, sea cual sea el tema tratado, es conveniente guardar ciertas formas. El autor de la columna estaba enojado y, conociendo como conocemos a Dawkins, podemos entenderlo, pero me parece contraproducente dejarse llevar por las emociones más oscuras y caer en la trampa del insulto fácil, sobre todo si estamos reprochando esta misma actitud al bando contrario. En este sentido, pudiendo elegir, yo prefiero la fina ironía a la crítica mordaz :-)
Pero vayamos al comentario; el autor del mismo decía llamarse "Néstor", un tertuliano que goza de un evidente carácter pragmático, pues no se anda con sutilezas metafísicas, esas que a otros teístas nos deleitan tanto :-). Esta es su reflexión sobre la probabilidad de la existencia de Dios, los enlaces y apuntes en gris son nuestros:
"Habría que ser muy ingenuos para pensar que no está pasando algo raro" nos dice "Néstor" y eso es exactamente lo que tratan de reivindicar los científicos deístas y teístas, a cuya causa nos adherimos desde este humilde sitio: su derecho legítimo a asombrarse ante lo que van descubriendo y proclamar con libertad que "hay algo raro", un componente altamente enigmático y muy evocador, detrás de esos ajustadísimos parámetros del universo, detrás de sus asombrosas leyes "alegales", de los múltiples patrones que se repiten por doquier, de la sugerente extravagancia de las leyes que rigen el mundo subatómico y, en fin, de las millones de afortunadas "coincidencias" que tuvieron que agruparse para dar lugar al prodigioso cosmos que habitamos. Es, creemos, una demanda razonablemente legítima y por eso la apoyamos. Sin embargo, somos conscientes de que si un experto insiste demasiado en ella, empezará a granjearse cierta mala fama, no tanto dentro de la profesión (la Ciencia en su mayor parte, como anhelaba Einstein, sigue aceptando y rindiéndose a la belleza del misterio) como entre los ruidosos y beligerantes grupos ateos que la orbitan, usándola para sus propios fines propagandísticos... Para estos escépticos, como ya sabemos, todo es -o debe ser- perfectamente "natural" y así hay que expresarlo siempre, aunque al hacerlo se caiga en la más absurda de las contradicciones. Las mismas palabras "raro" o "misterio" que en el siglo pasado eran habituales en los debates científicos, hoy día deben usarse con suma cautela para no acabar en la lista fatídica de los sospechosos de herejía.
Hace unos meses, en un foro donde se debatía sobre los últimos descubrimientos en el campo de la física subatómica, un joven materialista muy indignado llamaba al orden a otro usuario más moderado -que ni siquiera se declaró creyente- por haberse atrevido a usar alegremente el adjetivo "enigmática" refiriéndose a la física cuántica. Muy alterado, como decimos, el chico ateo exhibió una variopinta gama de estrategias lógicas y retóricas bastante elaboradas para acabar concluyendo que en la física de partículas "no hay ningún tipo de misterio, todo es absolutamente normal y natural" (que un solo electrón disparado hacia una doble rendija pase "a la vez" por ambas rendijas es absolutamente normal ;-)). El chaval apenas podía disimular la honda repugnancia que le provocaba la palabra "misterio" y las connotaciones religiosas con las que su imaginación la asociaba. Y yo, que me limitaba a leer, tampoco podía disimular la honda compasión que me causaba su férreo dogmatismo por él inadvertido, su doloroso resentimiento que hacía inviable cualquier intento de objetividad por su parte.
"Pienso que puedo decir con seguridad que nadie entiende la Mecánica Cuántica. De manera que no os toméis esta charla demasiado en serio, pensando que deberíais entender lo que voy a describir en términos de algún modelo; simplemente relajaos y disfrutad. Yo os voy a contar cómo se comporta realmente la naturaleza. Si simplemente admitís que quizás ella se comporta así, la encontrareis como algo fascinante y cautivador. No os repitáis a vosotros mismos —y si es posible evitad siquiera planteárosla—, la pregunta de “¿Pero cómo es posible que la Naturaleza sea de tal manera?”, porque esa pregunta os llevará, como arrastrados por el remolino de un desagüe, a un callejón sin salida del que nadie ha escapado. Nadie sabe cómo la Naturaleza puede ser de esa manera".
Freeman J. Dyson
Célebre físico, matemático y escritor inglés nacionalizado en Estados Unidos
Miembro de la Royal Society
Autor de "El científico rebelde", 2010
No me malinterpreten, no estoy apelando a ningún dios-tapa-agujeros. Personalmente, -lo he declarado aquí muchas veces- creo en Dios por lo que sé del mundo, no por lo que ignoro. Sólo afirmo que si la naturaleza es algo fascinante y cautivador (y, sí, misterioso) como reconoce Dyson, los creyentes, científicos o no, tenemos todo el derecho del mundo a plantear la cuestión de que, quizás, detrás de ella puede haber una Inteligencia igualmente fascinante y cautivadora. De hecho, muchos de nosotros precisamente nos planteamos este tipo de cuestiones porque, como dijo alguien, extasiados ante la majestad de la vida y el universo, no tenemos la fe suficiente para permanecer ateos :-)
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En cuanto al último párrafo del comentario que inspiró esta entrada, me temo que debo discrepar. Admiro el optimismo de "Néstor", pero sospecho que ese reconocimiento "sí o sí" del "diseño inteligente del Universo" nunca tendrá lugar por parte de la Ciencia, al menos no de forma "oficial" (a nivel particular muchos científicos sí confiesan ya su deísmo). Y no lo será, entre otras razones, por ésta, pero, sobre todo, por ésta.
Como escribió Shelley:
"La riqueza es un poder usurpado por la minoría para obligar a la mayoría a trabajar en su provecho"
Y lo hará a toda costa, caiga quien caiga.
Lo triste y paradójico de este asunto es que esa gran "mayoría" de la que habla el poeta incluye también a millares de jóvenes cientifistas como el que cité más arriba, que salen en tropel de la universidad cargados de ilusión y sana rebeldía, enarbolando la bandera del progreso. En una palabra, creyéndose realmente "libres". Sin embargo, basta rascar un poco su superficie para descubrir que están ideológicamente uniformados, adoctrinados casi al milímetro para que rindan sus armas a un sistema económico que lleva décadas arrasando con todo.
Millares de chavales que, pese a su inteligencia, no tienen ni idea "en provecho de quien" están "trabajando".
El biólogo ateo Javier Sampedro nos habla aquí sobre azar y probabilidad.
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