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La cosmología actual encaja mejor en un marco teísta que materialista. Francisco J. Soler Gil. ¿Dios o la materia? (I)

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Debido a su extensión, dividiremos este post en dos partes que publicaremos consecutivamente. Como siempre, los paréntesis en caracteres grises son aportaciones de nuestra cosecha.



"Los datos cosmológicos sobre los que quiero llamar la atención son los siguientes:

1. Que el universo existe.
2. Que es racional.
3. Y que está ajustado finamente de un modo que favorece la aparición de la vida.

Estos tres datos resultan muy molestos para el materialismo, que no sabe realmente qué hacer con ellos.

De ahí que los autores de tendencia materialista oscilen entre tratar de negarlos (sí..., incluso niegan la existencia del universo, como vamos a ver seguidamente), o bien dejarlos como datos sueltos, como aspectos de la realidad que no tienen explicación (y asunto zanjado; me pregunto si nuestros materialistas reaccionarían igual ante el robo de su coche, por ejemplo: "las cosas son así, los robos ocurren, qué se le va a hacer..." o, en cambio, buscarían al "agente" que causó el robo :-)). En cambio, en el marco teísta, la existencia del universo, su racionalidad y su carácter productor de vida son tres aspectos esencialmente relacionados entre sí, y que se explican de modo natural por la acción de un Dios racional.



¿Por qué existe el universo? 


El dato más básico de la experiencia lo constituye nuestra percepción de nosotros mismos y de las cosas que nos rodean. Llamamos universo al conjunto de estas cosas materiales. Estamos inmersos en el universo, percibimos sus componentes, y por ello su existencia nos parece innegable. Pero, ¿por qué existe?

Hay dos respuestas materialistas a esta pregunta: La primera es que, en realidad, el universo no existe, y la segunda es que existe sin ningún por qué, sin causa (pero los que nos conformamos con 'respuestas facilonas' somos solo los creyentes, no lo olviden :-)). Estas dos respuestas aparentan ser muy diferentes, pero en el fondo están íntimamente relacionadas. Veamos cómo.

Para algunos autores, la idea de universo es una extrapolación inaceptable a partir de los objetos de nuestra experiencia: como estamos rodeados de cosas, extrapolamos este hecho y suponemos que todas las cosas forman parte de una Gran Cosa llamada universo... Pero, ¿qué nos garantiza que exista una cosa así? ¿Por qué no podría ocurrir, más bien, que no haya ninguna totalidad de las cosas materiales? En ese caso, la palabra universo estaría vacía de contenido, o bien designaría una realidad material que no se deja pensar como una 'cosa' (ni, tal vez, de ninguna otra manera). Y si no hay una cosa llamada universo, ¿qué sentido tiene preguntarnos por su causa? Sabemos que las cosas, los objetos de la experiencia, poseen una causa. Pero, ¿qué sentido puede tener extrapolar la idea de causa más allá de los objetos de la experiencia?

Pues bien, esta última observación acerca de la causalidad pone de manifiesto la relación esencial de la primera con la segunda respuesta materialista a la pregunta de por qué existe el universo, la respuesta de que el universo no tiene por qué tener causa:

Ciertamente, en nuestra experiencia ordinaria se cumple el principio de que las cosas materiales existen por algo. Y también es cierto que a esta exigencia de que no se dé un objeto sin una razón, no se le puede oponer tampoco ningún contraejemplo derivado de la física, ni de ninguna otra ciencia. Antes bien, tal exigencia constituye un motor interno de la investigación científica en general: la presencia de un objeto material debe poder justificarse de algún modo. Pero, por otra parte, la física nos ha enseñado que, a diferencia de lo que ocurre al tratar de la categoría de los objetos materiales, no todo suceso, o cambio, o estado de movimiento, ha de tener forzosamente una causa. Según la mecánica de Newton, un cuerpo puede mantenerse en un estado de movimiento rectilíneo y uniforme sin que precise de causa para seguir moviéndose, no hay ninguna causa física determinante de que una partícula posea por ejemplo cierto impulso en una medida concreta, si antes de la medida se hallaba en una posición determinada. ¿No podría entonces ser el universo una de esas entidades que no requieren causa? En tal caso el universo existiría sin más. (Esta sería la postura de, entre otros, Stephen Hawking, ver aquí).

Este segundo planteamiento materialista termina, en consecuencia, siendo muy similar a la de la negación de la existencia de una cosa llamada 'universo': Lo importante en ambos casos es negar que el universo sea un 'objeto' similar a los objetos materiales ordinarios, de los que sabemos por experiencia que no existen sin más. En definitiva, lo que los materialistas subrayan aquí es que la categoría de causa se haya ligada a la de objeto, y que por ello no cabe esperar una causa donde no tenemos un objeto, sea lo que sea aquello que tengamos en su lugar.

Desde luego que esta observación sobre los límites del razonamiento causal es seria y, en mi opinión, resulta enteramente válida. Ahora bien, precisamente por estar la causalidad tan estrechamente ligada con la categoría de objeto, los argumentos materialistas que acabamos de considerar han recibido un duro golpe por parte de la cosmología física actual. Y la razón de ello es que, en tanto que se acepte cualquiera de los modelos que se barajan en la cosmología actual (Big bang, variantes inflacionarias, variantes de la cosmología cuántica, incluso alternativas al Big bang, etc.), se puede mostrar que el universo es un objeto ordinario... Puesto que la cosmología describe el universo por medio de modelos enteramente similiares a los que emplean para caracterizar a los demás objetos físicos, lo razonable es condiserar al universo como un objeto, en tanto que el éxito empírico de alguna de las propuestas cosmológicas nos incline a tomarla en serio.

En definitiva, si aceptamos alguno de los modelos de la cosmología física, estamos asumiendo que el universo es un objeto físico como cualquier otro. Y si el universo es un objeto físico, lo razonable es suponer que existe por algo. De modo que, ¿por qué existe el universo?

En este punto, al materialista sólo le quedan dos opciones: o encogerse de hombros, o postular una cadena de universos, tratando de desplazar infinitamente la pregunta por la causa, al precio de admitir un número incontable de entidades fantasmales, de las que ni tuvo ni tendrá nunca indicio experimental alguno... y que tal cadena, como totalidad, es también un objeto físico (por muy infinita que sea) y (por tanto) debería tener también una causa... (Y estamos como al principio :-))

Bien, estos son los problemas del materialismo con relación a la existencia del universo. ¿Y la respuesta teísta? Tal respuesta consiste en admitir que Dios es la causa de la existencia del universo. A primera vista, da la impresión de que no hemos avanzado mucho, ya que ahora tenemos que hacernos la pregunta por la causa de Dios. Sin embargo, no es lo mismo preguntar por la causa del universo que preguntar por la causa de Dios: el universo parece ser un objeto físico de lo más común, a juzgar por los modelos de la cosmología. Y por eso tiene pleno sentido preguntar por su causa puesto que todo objeto físico tiene su causa. Pero, ¿quién nos garantiza que al traspasar la frontera del universo estaremos tratando todavía con objetos ordinarios, a los que podemos seguir aplicando nuestras categorías, y sobre los que podremos seguir planteando las preguntas que hacemos acerca de los objetos físicos (y entre ellas la pregunta por la causa)?

O sea, que nos preguntamos por la causa del universo porque la cosmología nos asegura que es un "objeto" y la experiencia cotidiana nos asegura que los objetos tienen causa. Pero, traspasado ese límite del universo que experimentamos (o sea, yendo más allá de la frontera, donde ya no podemos experimentar) ¿cómo sabemos que la causa de este objeto es también un objeto y que, por tanto, está sometida a todas las leyes físicas a las que están sometidos los objetos ordinarios y responde a todas las características habituales de los mismos, entre ellas la de tener causa? Y si la cosmología,  para salir del escollo, volviera sorprendentemente a postular que el universo no es un objeto... Entonces, ¿qué es? ¿Un Gran Pensamiento, como sugirió James Jeans?... Y si es un pensamiento ¿Quién lo está pensando? ¿O es un pensamiento 'huérfano', que flota en medio de la nada, sin una Mente que lo origine? ¿No va también esta idea contra los más elementales dictados de la Razón? :-) Pero sigamos, así lo resume Soler Gil:

En resumidas cuentas, que resulta razonable tomarnos en serio la necesidad del corte de la pregunta por la causa, habitualmente defendido por los autores materialistas... sólo que el punto más natural donde aplicar este corte se encuentra un paso más atrás de lo que afirman los materialistas: el universo que describe la cosmología es un objeto demasiado familiar como para renunciar a preguntar por su causa. La cuestión que verdaderamente está de más es preguntar por la causa de Dios: como no tenemos razón alguna para suponer que nuestras categorías (entre ellas las de tener causa) hayan de aplicarse más allá del ámbito de los objetos de nuestra experiencia, y como el límite natural de ese ámbito parece ser el universo como un todo, la pregunta de por qué hay Dios muy posiblemente carezca de sentido: la última entidad que requiere una causa es el universo, y su causa es Dios.


Los físicos materialistas suelen afirmar que la "solución Dios" en realidad no soluciona nada y lo complica todo. Visto desde el prisma que nos propone el teísmo, es justo al revés: una causa no material, por lo que no estaría sujeta a las leyes de la física (y por tanto, posiblemente incausada), necesaria, no contingente, acabaría con el problema de la regresión ad infinitum y con la necesidad de postular varios tipos diferentes de multiversos fantasma que, además, dependiendo de si se usan para explicar el colapso de la función de onda o para explicar el ajuste fino o cualquier otro fenómeno por el momento irresoluble, tienen características que se excluyen entre sí (el multiverso que explicaría, por ejemplo, el ajuste fino, debe estar formado por millones de universos "vacíos", muy diferentes al nuestro, para poder justificar así el universo ordenado que habitamos que lo sería por alguna especie de "selección natural cósmica". En cambio, el multiverso que explicara el colapaso de la función de onda debería estar formado por infinitos universos muy parecidos al nuestro, y esta es una sola de las muchas trabas que esta macroteoría arrastra). ¿Que la solución "Dios" es atajar por lo fácil? Personalmente, creo que la solución fácil es la que adopta el materialismo actual: encogerse de hombros y decir "qué suerte hemos tenido" :-)



 ¿Por qué es racional el universo?


Que el universo es racional se muestra por el éxito de la física en describirlo. ¿Por qué es el universo tan comprensible? Si el hombre no es más que un producto marginal de la materia inerte, ¿por qué la racionalidad matemática -algo tan humano- resulta así de efectiva para describir las operaciones de la materia? ¿No dejará traslucir esta efectividad la presencia de una mente ordenadora del cosmos? De ser cierto, la observación de Pascal acerca de la nobleza del hombre (debida a su racionalidad) estaría plenamente justificada. Este planteamiento sugiere, sin duda, la interpretación teísta del hombre como Imago Dei. De ahí que hayan sido numerosos los materialistas que han tratado de mostrar que la racionalidad del universo no constituye otra cosa que algún tipo de espejismo. Dos son las propuestas más destacadas en este sentido. Veámoslas:

Según ciertos autores, la racionalidad no es más que la expresión de nuestra adaptación al medio ambiente: un producto de la lucha por la supervivencia. El pensamiento matemático resulta ser, para estos autores, una mera codificación de cualesquiera estrategias exitosas en nuestro entorno natural. De modo que no debería sorprendernos su éxito. Pero este éxito no implica que la naturaleza sea racional. Nosotros proyectamos racionalidad en nuestro entorno y esa proyección nos ayuda a sobrevivir. ¿Por qué? No podemos saberlo realmente. Para saberlo tendríamos que analizar nuestra racionalidad 'desde fuera', saliendo de ella para contemplar 'directamente' la naturaleza, y ver la razón de nuestro éxito evolutivo. Pero no podemos hacer tal cosa.

¿Qué se puede decir de este planteamiento? Claro está que los diversos aspectos de la inteligencia humana (inclusive su aptitud para las matemáticas) pueden haber ido desarrollándose al hilo de la lucha de nuestra especie (y las que le precedieron) por la vida. Pero, de ahí se intenta pasar a negar la racionalidad real de la naturaleza, entonces la efectividad de las matemáticas para tratar de ámbitos muy alejados de nuestro entorno natural se vuelve incomprensible. ¿Cómo explicar que una inteligencia surgida en la lucha por la supervivencia de una especie de homínidos en la sabana africana logre producir modelos exitosos de la dinámica de la materia a altas energías, o de los primeros estadios de la evolución del universo, si no es asumiendo que esa inteligencia tiene un cierto acceso a la inteligibilidad real del mundo? Cuanto mayores resultan los éxitos de la física a escalas muy pequeñas y muy grandes, tanto menos plausible parece el recurso al origen evolutivo de nuestra inteligencia de cara a eliminar la racionalidad real del universo.

Así podemos decir que el ateo materialista no puede sostener triunfalmente que Dios no existe "porque el hombre -esa criatura contrahecha que surgió de la ciega evolución- está desvelando los últimos secretos del universo", sin caer en una curiosa contradicción :-)

Ahora bien, tenemos que considerar aún una segunda propuesta: la de los que tratan de reducir las leyes de la naturaleza al resultado de un juego de azar (nuestro habilidoso azar de los huecos :-)). Según estos autores, ciertamente que hay leyes que rigen el movimiento de los cuerpos, y que constituyen la base real que justifica el éxito de la física, pero tales leyes no son otra cosa que promedios estadísticos que resultan de un juego de azar que, o bien tiene lugar a cada momento, o bien tuvo lugar al comienzo del universo. De modo que la racionalidad de la naturaleza no sería un aspecto fundamental de la misma, sino un derivado del caos. Y, en consecuencia, tampoco nuestra racionalidad nos emparentaría con el fondo de la realidad, puesto que éste lo constituiría el caos irracional e inerte, del que toda racionalidad surgiría ciegamente. En qué consista el juego de azar que se da en la naturaleza a nivel fundamental, es algo que varía de unos autores a otros (de hecho, hay casi tantas teorías como autores). Según algunos, las simetrías e invariancias que percibimos en la naturaleza a bajas energías surgirían espontáneamente a partir de procesos no invariantes y no simétricos en el plano fundamental. Según otros, las condiciones iniciales del universo podían ser arbitrarias, pero, debido a ciertos procesos de mezcla, el universo terminaría siendo independiente de dichas condiciones iniciales, etc.

Ahora bien, ¿podemos eliminar de este modo la racionalidad de entre los rasgos esenciales del universo? Ciertamente no, pues todos estos planteamientos dan por hecho la validez del cálculo de probabilidades en la naturaleza (sin el que no tendría sentido hablar, por ejemplo, de promedios y compensaciones estadísticas), y el cálculo de probabilidades es una teoría matemática tan racional como cualquier otra


(Seguimos, por tanto, dentro del ámbito de las matemáticas... Imaginen una molécula de agua tratando de descifrar el mar desde fuera del mar; ahora imaginen a nuestros materialistas tratando de liberarse de la racionalidad y las matemáticas desde dentro de la racionalidad y las matemáticas :-))

El caos del que hablan los físicos no es nunca el caos filosófico de la ausencia absoluta de racionalidad, sino que resulta constituido por un conjunto de estados bien regulados por leyes de distribución que mantienen su estabilidad a lo largo de todo el juego. De este modo, cualquier intento de explicar el surgimiento de las leyes conocidas de la física a partir de una situación así, lo que hace es reproducir la cuestión de la racionalidad matemática del universo a otro nivel.

En definitiva, la racionalidad del universo es un hecho que el materialista no puede sino reconocer, y considerar como un 'hecho bruto', un dato primario sin explicación (otro más :-)). En cambio, desde el teísmo, la racionalidad del universo no resulta sorprendente, ya que se trata de la obra de un Creador inteligente. Antes bien, esta racionalidad es lo que cabría esperar de la creación. De ahí que los fundadores de la física moderna no dudaran en comparar la naturaleza con un libro escrito en lenguaje matemático por el Autor del mundo. Los enormes progresos que la física ha realizado a través de su historia en la comprensión del libro de la naturaleza concuerdan, de modo creciente, con esta visión de sus fundadores: todo lo real es racional, porque Dios, que es la fuente de la realidad, es racional.


Francisco J. Soler Gil
Filósofo de la Ciencia
Doctor en filosofía por la Universidad de Bremen

(Extractos de su libro "¿Dios o la materia?" del que es coautor junto al físico teórico Martín López Corredoira. Ediciones Áltera, 2008. Págs. 19-27)



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