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Dios y la cosmología moderna

dios y la cosmologia

"La acción creadora de Dios no puede concebirse como la de una causa física, sino que pertenece al nivel ontológico del existir. Éste es un punto importante, ya que es frecuente poner la acción creadora de Dios al mismo nivel de las causas físicas, como una primera causa en el tiempo, para luego negar la necesidad de esa primera causa. Desde este punto de vista ontológico, la fe en la creación no depende del modelo cosmológico que se utilice para describir la naturaleza del mundo. Sin embargo, a lo largo de la historia, la creación se ha ido expresando en términos de los modelos cosmológicos de cada época. Tenemos que recordar que el conocimiento científico no constituye el único acceso a la realidad, sino que hay otros tipos de conocimiento de la realidad, como el filosófico, el estético o el religioso, que nos descubren aspectos de la misma no incluidos en el conocimiento científico. De esta forma, la fe en Dios creador no se basa en ninguna laguna o hueco de la ciencia, ni es una hipótesis cosmológica, sino la respuesta a la pregunta por la existencia misma del universo y su sentido.

     Un aspecto importante que no cae dentro del ámbito de la ciencia es la consideración del sentido. La pregunta que podemos hacernos es: ¿qué sentido tiene la realidad que nos rodea y qué sentido tiene nuestra propia existencia? En el fondo, se trata de la pregunta última de ¿por qué existe algo en lugar de no existir nada, (la famosa pregunta de Leibniz y Heidegger, clic aquí para una ampliación de este tema) y qué sentido tiene que exista algo? Las ciencias presuponen la existencia del mundo que nos rodea y tratan de dar una respuesta a la pregunta acerca de cómo está constituido, qué leyes lo rigen e incluso cuál ha sido su origen físico; pero no entran en la cuestión del sentido ni de la razón de su existir. Para Thierry Magnin*, este problema es el que siempre se le escapa a la ciencia y sobre el cual tenemos todo el derecho a hacernos preguntas.

     Durante mucho tiempo, la pregunta sobre el origen del universo no era considerada como una pregunta propia de la ciencia. Hoy el modelo del Big Bang nos presenta un comienzo del universo que es a la vez comienzo de nuestro espacio-tiempo. La intuición de San Agustín, en el siglo V, de que el tiempo había sido creado junto con el mundo, y que no había tiempo anterior a la creación, se acerca a la idea de la cosmología moderna. Aunque no faltan elucubraciones sobre estadios y tiempos anteriores al momento del Big Bang, éstos no tienen ninguna base experimental. No podemos hacer afirmaciones científicas con base empírica sobre las condiciones anteriores al Big Bang. Algunos autores proponen que algunas características de nuestro universo son heredadas de un universo anterior, a partir del cual el nuestro se ha originado; pero ello no deja de ser una pura elucubración.

     La gran dificultad con que nos encontramos a la hora de considerar la creación es el concepto mismo de la nada. La nada no es un concepto físico; la física habla de vacío, pero no es lo mismo. El vacío físico está lleno de potencialidades y realidades, como son los campos de fuerzas. Cuando los cosmólogos hablan de que el Big Bang fue originado por una fluctuación del vacío cuántico, están implicando ya una realidad en este vacío, lleno de potencialidades y virtualidades. La nada es realmente un concepto filosófico que se refiere a la negación de toda realidad. Este concepto es difícil de comprender, y el paso de la nada absoluta al ser tardó en plantearse. Esta dificultad de explicar el paso de la nada al ser llevó a Epicuro* a afirmar que de la nada no puede originarse nada y que, por lo tanto, los átomos debían ser eternos. Aristóteles*, sin embargo, que aceptaba la idea de un Dios fuente de todo movimiento, afirmaba que el mundo también era eterno. La disyuntiva sigue estando presente: si no se acepta la idea de un Dios creador que es eterno, el mundo mismo tiene que serlo. La única alternativa a la creación es la eternidad misma del universo. Ante esta disyuntiva, Harrison* concluye que Dios y el Universo (ambos con mayúsculas) se identifican entre sí como lo que es "todo e inconcebible", y dios y el universo (con minúsculas) son nuestras imágenes y máscaras concebibles de lo que en sí mismo es inconcebible. No podemos menos de encontrar aquí, de alguna manera, un reflejo de las tradiciones religiosas orientales en las que el mundo y la divinidad se identifican en una concepción monista de la realidad cuyo último fundamento es incognoscible (esta es la postura, por ejemplo, del astrofísico Bernard Haisch expuesta en su libro "La teoría de Dios").

     Como ya se ha dicho, Dios no se puede concebir como una causa física al mismo nivel de otras causas físicas. Por eso tiene poco sentido que Hawking* diga que, si al principio no hubo ninguna singularidad, si el universo es realmente autocontenido, no tendría ni principio ni final: simplemente, sería, y entonces, ¿qué lugar queda para un creador? Precisamente porque el universo es, necesita un creador. La confusión de poner la creación al nivel de las causas físicas puede llevar a su rechazo y proponer al universo mismo como último principio físico de sí mismo. Ponerse a buscar a un Dios creador como una hipótesis física para explicar el universo, es entrar en un camino sin solución. Otro problema que suele plantearse es el de la relación entre el acto de la creación y el tiempo. Debemos recordar que Dios está fuera (cursivas mías) del tiempo (si Dios creó el espacio y el tiempo, como siempre nos han dicho tantas tradiciones filosóficas y religiosas ancestrales, es obvio que, por muy extraño que nos resulte, el tiempo es un "objeto creado" y, por tanto, es algo distinto y aparte del creador, es una "cosa" creada y está fuera de él, como la vasija está "fuera" y es distinta del alfarero), el acto creador está fuera del tiempo, y es, por tanto, atemporal. De esta forma se puede concebir como coincidiendo con cada uno de los instantes del tiempo del universo, incluyendo, por consiguiente, toda su evolución. Esta manera de concebir la creación se donimina, a veces, "creación continua". Continua, vista desde nuestra dimensión temporal, pero no desde la atemporalidad de Dios. Tenemos que rechazar la idea, común en el pensamiento deísta, de que Dios creó sólo en el primer instante, y luego el mundo ha evolucionado por sí mismo de acuerdo con las leyes que Dios le ha impuesto. A nosotros, que vivimos vinculados al tiempo, nos es difícil concebir lo que significa estar fuera del tiempo, pero no podemos concebir la acción de Dios con categorías temporales.

      (En efecto, algunos autores proponen que, al estar fuera del tiempo y vivir en un eterno presente, Dios está creándolo todo en este mismo instante. De este modo, aunque a nosotros nos resulte imposible concebir estos conceptos, el Big Bang, la formación de la Tierra, la aparición de la primera célula, todo lo que, desde nuestra particular percepción del tiempo necesitó millones de años en su evolución, para alguien que no está sometido a ese fluir espacio-tiempo, todos esos sucesos tuvieron/tienen lugar simultáneamente en un eterno y perfecto "ahora").

     Se puede preguntar si el momento del Big Bang corresponde al momento de la creación. Cuando la ciencia habla del origen del universo, lo está haciendo dentro del contexto científico de una teoría concreta. La ciencia trata de responder a la pregunta de cómo fue el origen del universo en el sentido físico. La fe en la creación del universo se refiere al sentido ontológico y responde a la pregunta de por qué existe el universo, que pasó de no ser, es decir, de la nada, a ser. La ciencia trabaja siempre en el campo de lo físico y natural y no puede, por sí sola, llegar a una causa sobrenatural. El hecho de que la ciencia haya llegado al conocimiento de que el universo ha tenido un origen puede estar señalando al creyente que ese origen se corresponde con el momento de la creación. Debemos tener cuidado, de todas formas, de no mezclar los dos niveles de conocimiento. La ciencia sólo llega a un primer momento, que además le queda oculto por la barrera del tiempo y el tamaño de Planck, por debajo de la cual no son válidas las leyes que conocemos de la física. Hay propuestas, dentro de la ciencia, acerca de lo que ocurrió en ese primer momento, tales como que todo surgió de una fluctuación del vacío cuántico. Pero el vacío cuántico no es la nada, (clic aquí para consultar una reflexión del físico Fernández-Rañada sobre este tema) y la pregunta por la existencia de ese vacío cuántico (cómo pudo surgir de la nada) sigue en pie. También podemos preguntarnos por qué ese vacío cuántico dio origen a este universo con las características físicas concretas que tiene.

     Las características tan especiales que se requieren para que en un universo se desarrolle vida inteligente han dado origen al llamado "principio antrópico". Una interpretación fuerte de este principio, que implica la existencia de una finalidad o diseño desde el comienzo, escapa al campo científico y pertenece a la reflexión filosófica o teológica. Desde el nivel mismo de la ciencia no es válido hacerse preguntas que implican finalidad, como las incluidas en la idea de diseño. Éstas son preguntas que pertenecen al pensamiento filosófico o teológico. Negar la posibilidad de hacerse este tipo de preguntas, para las que la ciencia no tiene respuesta, tampoco está justificado. Sin embargo, está muchas veces implícitamente presupuesto que todo conocimiento ha de conformarse con el científico, por lo que se niega toda validez a una reflexión ulterior filosófica o teológica que trate de la finalidad o diseño del universo. Pretender que los mecanismos del azar y la adaptación excluyen este tipo de explicación significa quedarse en el nivel fisicalista de la ciencia, excluyendo otros planteamientos que pregunten por la existencia y sentido del proceso mismo de la evolución del universo. Pero las preguntas de la ciencia no son las únicas que el hombre puede hacerse.

     A veces se presenta la hipótesis de la existencia de muchos universos como una alternativa a la creación y una última explicación de la peculiaridad de nuestro universo. Esta propuesta crea dificultades dentro mismo del campo de la ciencia, al no ser verificable ni falsable por ningún tipo de observación. Sin embargo, esta hipótesis sigue planteándose dentro del campo de la ciencia, y es ahí donde debe discutirse su validez. No supone, sin embargo, ninguna dificultad en el nivel de la existencia ontológica en que se plantea el problema de la creación. En el siglo XVI, Giordano Bruno, acusado de defender la existencia de muchos mundos, lo cual se consideraba una opinión herética, se defendía diciendo que Dios podía haber creado más de un universo, y que esto era más congruente con su omnipotencia que el haber creado uno solo. Pero, aún en la Edad Media, algunos autores, al discutir la potencia absoluta de Dios, planteaban la cuestión de si Dios podía haber creado más de un universo. (En este post, el filósofo Antony Flew responde de un modo jocoso a los que argumentan que la existencia de muchos universos sería la "prueba definitiva" de que este universo que vemos no tuvo un creador).

     Curiosamente, la respuesta que se daba era que podría haberlo hecho, pero que lo cierto era que había creado uno solo. La validez de la propuesta de la existencia de muchos universos, y aun de un número infinito de ellos, puede discutirse a nivel científico, pero no puede considerarse en sí como una alternativa (o un contraargumento) a la creación. La fe en la creación se plantea en el nivel ontológico del ser e implica la aceptación de la existencia de Dios, de quien depende la existencia de todo lo creado, sea uno o sean muchos los universos realmente existentes".

Los añadidos en gris son míos.

Agustín Udías
Físico y teólogo
Catedrático emérito de Geofísica de la Universidad Complutense de Madrid
Autor, entre otros, de "Historia de la Física. De Arquímedes a Einstein", 2004 

Extraemos estos párrafos de su libro "Ciencia y religión, dos visiones del mundo", 2009. ISBN: 978-84-293-1847-0



*Thierry Magnin: Doctor en Física y Teología, es profesor de física en l'École nationale supérieure des mines de Saint-Étienne.
*Epicuro: Filósofo griego (342-270 a.C.), fundador de la escuela que lleva su nombre.
*Aristóteles: filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia, (384 a. C. – 322 a. C.) Su pensamiento ha ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente.
*Edward Harrison: (1919-2007). Fue profesor emérito de física y astronomía en la Universidad de Boston.
*Stephen Hawking: Célebre físico teórico, cosmólogo y divulgador británico, autor de "Breve historia del Tiempo".
    

"Tomemos afirmaciones tales como 'no debemos pedir una explicación de por qué existe el mundo; está aquí y eso es todo' o 'como no podemos aceptar una fuente trascendente de la vida, escogemos creer lo imposible: que la vida surgió espontáneamente, por azar de la materia', o 'las leyes físicas son leyes alegales, que surgen del vacío (sin legislador): ¡fin de la discusión!'. Parecen a primera vista argumentos racionales que tienen una autoridad especial porque irradian cierto tono solemne. Pero, por supuesto, esto no es ninguna prueba de que sean racionales, y ni siquiera de que sean argumentos.

En esto, a mi modo de ver, reside el peculiar peligro, el mal endémico, del ateísmo dogmático"

Antony Flew
Filósofo y escritor inglés
Profesor en Oxford y otras muchas universidades
Perteneció a la escuela del pensamiento evidencialista
Extracto de "Dios existe", pág. 86 


Clic aquí para consultar todos los posts sobre el pensamiento de Antony Flew en este blog. 
El físico Paul Davies y el matemático Alfred Hoyle exponen aquí un planteamiento similar, y aquí lo hace Bernard Haisch.


Resumiendo: la ciencia no puede contestar a la pregunta sobre el sentido de la vida y del Universo porque es una cuestión que queda fuera de su radio de acción como queda fuera del alcance del impresor -por usar un símil ya conocido- entender las razones privadas que movieron al autor del libro que está imprimiendo a escribir ese texto precisamente y no otro. Pero a los cientifistas -que no a los científicos- no les agrada que algo quede fuera de la disciplina de la ciencia y, por tanto, en vez de contestar con un honesto "no sé" o un evasivo pero legítimo "no me interesa", prefieren argumentar que la pregunta formulada es absurda, que aquellos que la formulan son unos pobres ilusos y que si la ciencia no ha hallado ese "sentido", es porque éste no existe o es insignificante.


¿Recuerdan la fábula de la zorra y las uvas?
:-) 

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