Sin embargo, y esto es muy importante, no hay hoy día una mejor explicación para comprender por qué el mundo se comporta de este modo tan bien previsto que la que hubiera hace casi tres mil años. Ya en aquel entonces un filósofo griego llamado Demócrito propuso la hipótesis del átomo (es decir, reducir grosso modo todo fenómeno observable a la interacción de pequeños constituyentes indivisibles moviéndose en un espacio vacío), y es, de hecho, una propuesta casi equivalente a la moderna teoría de cuerdas (y al modelo estándar de partículas de la que la teoría de cuerdas deriva). Casi tres mil años han trascurrido, y no se ha avanzado lo más mínimo en el conocimiento real del porqué del mundo, terminando explicativamente todo casi en el mismo punto donde empezó.
1) La ciencia básica está limitada de modo práctico a la mera descripción del mundo (es decir, conocemos relativamente bien las agencias, pero ignoramos si hay agente :-), aunque tampoco nos podemos permitir descartar completamente a ese Agente o Causa; las "agencias" por el momento "flotan" en el vacío -nunca mejor dicho-, entre otras razones de menor peso, porque no conseguimos encontrar la Causa Necesaria de este objeto contingente -y, por tanto necesitado de Causa- que es el universo). Es así, por el coste experimental y por el hecho de que cada vez los mayores costes resultan en un menor aumento de precisión. Esto hace que, en mi opinión, poco más se vaya a avanzar los próximos años en cuanto a la identificación (enumeración) de leyes, teorías y principios que sean verdaderamente nuevos y revolucionarios.
En pocas palabras: el ser humano, mediante el método científico tradicional, está limitado en la práctica a alcanzar un conocimiento descriptivo del mundo solamente hasta una cierta precisión máxima insalvable. Lo imponen los limitados recursos disponibles en el planeta (matemáticamente hablando: este límite puede rondar nueve o diez decimales, o alguno más en el futuro).
Pero claro, para conocer qué crea el fenómeno y cómo se motiva su regularidad dinámica, además de comprender por qué se produce todo de este modo tan concreto, y también para qué sucede todo esto del modo en que lo hace (o demostrar que no hay un para qué); hay que salir (trascender) el propio fenómeno del que formamos parte.
Es decir; que para explicar el mundo de un modo equivalente al "científico" tradicional, habría que poder "salir" del Universo y observar qué hay ahí para poder contrastar empíricamente las hipótesis que nos podamos haber hecho. En otras palabras: para lograr tal conocimiento explicativo necesitaríamos poder obtener datos empíricos de esa realidad supra-fenoménica.
Sin embargo, creo que es evidente que esta posibilidad escapa absolutamente de nuestro poder como meros sujetos evolutivos creados dentro (y desde) el propio fenómeno, y limitados por tanto empíricamente a este mismo conjunto fenoménico del cual participamos y que da forma al Universo.
(O, como hemos indicado en otras ocasiones, el personaje del videojuego -el hombre- tendría que salir del videojuego para echar un vistazo al Programador :-). En principio parece complicado, sobre todo si pretendemos hacerlo sólo con la ayuda del método científico, descartando el apoyo de cualquier otra disciplina).
Precisamente esta (para algunos) desagradable limitación en la posibilidad de verificación experimental que hace de la ciencia “metafísica”, es lo que llevó la metafísica al olvido. Es el estigma que la llevó al olvido durante casi todo el siglo XX, eclipsada por completo por el firme y preciso triunfo descriptivo sobre cómo se produce y regulan los fenómenos en el mundo y, además, por el enorme avance tecnológico a la que esta precisa identificación predictiva condujo. El pragmatismo se impuso, y nada que no fuese ciencia parecía merecer la pena de tenerse en cuenta.
Pero como venimos diciendo, los límites empíricos prácticos comenzaron a alcanzarse hace ya casi tres décadas, y desde entonces, con estos límites a la vista, la "ciencia" no tuvo más remedio que empezar a hacer literalmente (aunque de un modo velado) filosofía o metafísica.
Si leen el artículo del que hemos extraído estos párrafos, verán que Graván (que es agnóstico) propone al final del mismo una curiosa "solución", drástica y muy traída por los pelos, para este problema tan peliagudo y, en principio, inabordable, como es la progresiva aceptación por parte de la clase científica de que la Ciencia no podrá explicar nunca la verdad última (un fenómeno, este de la aceptación, por cierto, relativamente reciente; hace sólo quince años la llamada 'ciencia promisoria' campaba por sus respetos). A mi parecer, esta supuesta solución que ofrece Graván es puro existencialismo, o sea, una idea "nueva" bastante vieja. Aun así, podría ser una opción válida para aquellos que "necesitan" que Dios no exista, dicho sea esto con respeto y sin el menor asomo de ironía. Invitamos a nuestros amigos escépticos a que la contemplen por sí mismos, por si les sirve de alguna ayuda. Lean el artículo de Tendencias.
Por otro lado, el lector teísta se habrá enfrentado en más de una ocasión al argumento típico del ateo respecto al tema que estamos tratando, y que tratamos a menudo en nuestro sitio, sobre las deficiencias del método científico. El ateo suele indicarnos:
Disculpen las mayúsculas.
Ver también:
Los límites de la Ciencia
El fundamentalismo científico, una forma de pseudociencia
Los guardianes de la ortodoxia, o como convertir un paradigma en una camisa de fuerza
El orden en la Naturaleza no es ilusorio
Los dogmas de la Ciencia
El cientifismo, caricatura de la Ciencia
El murciélago de Thomas Nagel
Richard Dawkins y los burros voladores
El modo de hacer ciencia hoy tiene mucho del sistema capitalista
La objetividad a juicio
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Bibliografía.