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House y la apuesta de Pascal

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¡Ops!
😉

¿Qué tal? El pasado fin de semana a los directivos del canal Nova se les ocurrió emitir un maratón de la serie "House". Horas y horas de "humor transgresor", mala leche a granel, buena música, mejores interpretaciones, esquemas repetitivos e inexactitudes científicas por un tubo; pero, al fin y al cabo, algo que cualquiera que esté mínimamente interesado en las derivaciones sociológicas del cientifismo no puede menos que agradecer. Yo aplaudí la decisión de Nova, disfruté como una enana y me cabreé a partes iguales :-) algo que con House es inevitable. Por cierto, el pasaje que nos sirve de cabecera para nuestra entrada de hoy aparece en el último episodio de la serie, titulado "Todo el mundo muere"

House es uno de esos célebres "asperger" televisivos que tan de moda se han puesto en los últimos años (el otro es Sheldon Cooper, el físico chalado y entrañable de "The Big Bang Theory"). Muchos espectadores... es decir, muchos de aquellos que, como una servidora, NO creen que un poco más de descortesía -que no es más que violencia soterrada sin fuerza ni audacia para convertirse en no verbal- NO es precisamente lo que necesita este mundo; se siguen preguntando por qué esta serie "engancha". Porque, seamos sinceros, House engancha más que una zarza. La razón, sin embargo, es obvia: a los amantes del llamado "humor transgresor" no les importa soportar en cada episodio el mismo esquema básico, tan simple y tan repetido, pues suplen el tedio con la excitación que les provoca la siempre inminente nueva bordería del médico, que va a un ritmo de diez por minuto. En cambio, a los que reconocemos en el "humor transgresor" el rostro cadavérico de la maldad monda y lironda de toda la vida (ataviada, eso sí, con un colorido gorro de polichinela para que no suene en los controles de seguridad de los aeropuertos), a nosotros, digo, House nos engancha porque, ingenuamente, siempre esperamos en la siguiente escena algún amago de evolución en el personaje. Una inflexión, algún destello mínimo que nos haga albergar esperanzas de que, detrás de sus fríos ojos minerales, hay algo más que vanidad, amargura y desprecio. Algún síntoma, en fin, de eso que llamamos "humanidad". Esperamos, episodio tras episodio, que algo o alguien obligue a House a dar un paso adelante o, en su defecto, que le rompa los piños.

Pero esto nunca ocurre, y perdón por el spoiler. La estrategia consiste en hacer creer al espectador que está a punto de ocurrir, pero nunca sucede. Supongo que los guionistas y demás responsables del producto, optaron por no matar la gallina de los huevos de oro. Es comprensible; si House se hizo célebre por decir siempre lo que piensa y decirlo lo más groseramente posible, ¿por qué arriesgarse a cambiar la fórmula?

Sé que me estoy extendiendo demasiado, pero no me resisto a dejar el tema sin antes hacer una reflexión sobre el "humor transgresor" y su antítesis y fertilizante: la asfixiante "corrección política". Yo también me encuentro entre aquellos que ya están hasta el moño de que hoy día, prácticamente no se pueda hablar de casi nada sin meter la pata a cada sílaba. De hecho, en España, aparte de House, Peter Griffin y Homer Simpson, que no son españoles, los únicos que aún tienen bula para hacer bromas sobre gais, musulmanes, mujeres y negros son Antonio RecioPaco Ibáñez :-). Privilegiados, en todo caso, porque los demás nos vemos sometidos a una auténtica vigilancia inquisitorial cada vez que nos sentamos al teclado... Da igual el cuidado que pongas, siempre metes la pata. Botón de muestra: hace algún tiempo, leí que era políticamente incorrecto preguntar a una embarazada si espera niño o niña, porque esto, explicaban, no se sabrá "hasta que el niño o la niña tenga edad suficiente para decidir por él/ella mismo/a qué desea ser"... Recuerdo que en ese momento un escalofrío se dio un garbeo por mi espina dorsal. No se me da bien eso de profetizar, pero en ese instante pensé: "el día que aparezca un líder tarumba que se pase por el forro tanta profilaxis lingüística, la gente, cansada de tanta chorrada, le votará en masa". Pocos meses después, Donald Trump anunció su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos. Igual monto una consulta de Tarot.

Que la virtud está en el medio es un axioma sencillo que, no obstante, a los seres humanos nos cuesta la misma vida asimilar. O eres gazmoño hasta vomitar almíbar o eres cruel hasta lo gore, no hay grises intermedios. ¿Quizás sea, en parte, porque "humor transgresor" no significa lo mismo para unos que para otros? Evidentemente cada cual tiene sus propias líneas rojas, sobre todo aquellos que presumen de no tenerlas, que son quienes más tienen. Hagan una prueba, si se atreven (y esperemos que no haya heridos :-)). Todos conocemos a uno de estos jovencitos (y no tan jovencitos) con aire "subversivo" que pretenden cambiar la realidad a golpe de consignas, neumáticos en llamas y pulseritas de cuero. Últimamente se multiplican como las setas: antisistemas, anticapitalistas, antiimperialistas, antimilitaristas, antidesodorantes, antipeluqueros (impedir que el pelo crezca dónde y cuánto quiera, por lo visto, es coartar su libertad... la del pelo), anti todo. Y, por supuesto, todos muy, muy fans de House :-) Muchos de ellos militan devotamente en las filas del Nuevo Ateísmo, por ser esta corriente de pensamiento, el ateísmo, una doctrina tradicionalmente relacionada con la rebelión hacia la autoridad. Algo de razón tienen en ello, aunque los ciudadanos de Corea del Norte podrían discrepar, pues allí rebelarse contra la autoridad es, justamente, declararse creyente. Todo es relativo.

Pero volvamos a nuestro experimento: con la mayor indiferencia que sean capaces de reunir, cuenten a uno de estos subversivos de las pulseritas un chiste corto, típico exponente del humor más negro y, por ello, "transgresor". Por ejemplo (y pido perdón de antemano):


"¿Cuál es el campo de fútbol favorito de Irene Villa? El Mestalla"


Estarán conmigo en que, para ser una "gracia", tiene muy poca. Pero observen la reacción del "subversivo" fan de House. Si está lo suficientemente bien adoctrinado (y, por lo general, lo están), él sí que estallará... en carcajadas.

Ahora, siguiendo con nuestro experimento, cuéntenle otro chiste corto a nuestro amigo, un chiste de idéntico mal tono que el primero:


"Aprovechando que las cunetas en España están tan bien abonadas, podríamos plantar cebollas y sacar unas perrillas"


Vuelvan a observar a nuestro subversivo amigo: el segundo chiste es tan cruel, irreverente y maléfico como el primero. Los dos frivolizan a costa de terribles tragedias acaecidas en nuestro pasado reciente. Los dos son insufriblemente injustos. Pero apuesto la placa madre de mi ordenador a que nuestro melenudo "antitodo" solo reaccionará con risas al escuchar el primero. El segundo le ofenderá profundamente y ya puede usted considerarse afortunado si no le sacude un guantazo :-). ¿Qué pasó con la "transgresión", con la subversión y el placer de frivolizar con lo más sagrado? ¿Qué pasó con el despiporre y el desmelene lingüístico? ¿No habíamos quedado en que era divertido hacer bromas con los temas serios? ¿Por qué unas tragedias históricas son intocables y otras no? Si tú crees tener derecho a tocar -y pisotear- la fibra sensible de tu vecino, ¿por qué tu vecino no tiene derecho a hacer lo propio con la tuya, esa que dices que no tienes? De verdad, qué poco sentido del humor se gastan algunos... 

¿A qué conclusión debemos llegar entonces?
¿Será que "todo el mundo miente"? :-) 
Será, y House y sus guionistas, por supuesto, también. No se dejen engañar.


***


Confío en que tanto Google como el paciente lector sepan reconocer la intención, digamos, "pedagógica", de este post y el segundo no se sienta ofendido y el primero no me penalice por pasarme de rosca, les aseguro que no es mi intención herir a nadie. Pido disculpas si ha sido así. Perdón también por las mayúsculas.

Y ahora, Pascal.



***


Para quienes no hayan oído hablar del tema, la apuesta de Pascal, en resumidas cuentas, viene a decir esto:



"Vamos a sopesar la ganancia y la pérdida al elegir la cara o la cruz acerca del hecho de que Dios existe. Tomemos en consideración estos dos casos: si gana, lo gana todo; si pierde, no pierde nada". 


¿Que es facilona? Puede ser, a veces, un planteamiento en apariencia sencillo concentra un gran significado; el cuadro "Naranja, rojo y amarillo" de Mark Rothko es simple como las instrucciones de un sonajero, y está valorado en más de ochenta millones de dólares. Caray con lo facilón... Pero es que, además, si no crees en "castigos postmorten", si eres un teísta librepensador sin adhesión a religión organizada alguna, la apuesta pascalina es aún más simple... y mucho más potente. Quedaría tal que así:

"Sin duda alguna, el universo, nuestro planeta, la existencia toda, poseen una belleza intrínseca, disfrutable sin más añadidos. Pero, si a la belleza observable del universo, la Tierra y la existencia, añades un propósito trascendente, esa belleza se multiplica por un millón. La Piedra Rosetta ya era hermosa cuando fue encontrada, pero descubrir el significado de las inscripciones que la adornan aportó a la pieza un extra inconmensurable que la volvieron mucho más valiosa, más completa... y más hermosa. Por supuesto, uno puede buscarle a su propia vida el 'sentido' personal que desee (trabajo, familia, hijos, viajes, aficiones, salidas nocturnas, sexo, etc.), todo eso también puede hacerlo el teísta no religioso, ¿quién se lo impide? Pero resulta que todo ese "sentido personal" que le des a tu vida, a poco que lo pienses, no dejará de suponer más que una maniobra de distracción, un parche existencial, un postizo colgante para colocar delante de los ojos con la única intención de autohipnotizarnos para que dejemos de pensar en la futilidad y el absurdo de nuestro ser y de la existencia misma. No se trata del miedo a la muerte que, al fin y al cabo, es tan natural como la vida, y no hay por qué temerla. No, se trata de que, el hecho de que el universo tenga una finalidad transcendente, NO resta nada a nada ni a nadie y, en cambio, suma mucho a todo y a todos. Pero el ateo materialista, por una razón casi siempre más histórica y psicológica que científica, prefiere que esa trascendencia no exista. Aunque esta opción le resta más que le gana.


Esta idea de Pascal se comprende en toda su extensión cuando se relaciona, por ejemplo, con la paternidad: 

-Un padre o una madre ateos tienen entre sus manos a un "bebé inútil, un aborto de mono cabezón, para tirarlo a la basura". ¿Brutal? ¡No!, consecuente. Esa es, según el biólogo Ricardo Moure, la definición biológica, pura y dura, de un humano recién nacido: una criatura simiesca, deforme, que, al contrario que otras especies, se ve obligado a nacer antes de ser mínimamente autónomo. Un 'aborto de mono', esta es la definición de un bebé que tiene el cientifismo para nosotros. Adorne usted, señor ateo, esta 'verdad' desnuda con todas las eventuales ternuritas que desee para enmascararla, autoengañarse y que el trago se le haga menos amargo (si hace esto último, por cierto -y yo sé que lo hace-, no entiendo, según su modo de interpretar las razones de mi cosmovisión, en qué se diferencia lo que usted llama mi "autoengaño" del suyo :-)), pero, si es consecuente con su ateísmo, tarde o temprano volverá a ver a su hijo como un aborto azaroso de la nada. Nada en sí mismo. Un simio afrofiado y macrocéfalo. Estiércol en ciernes.

-Un padre o una madre creyentes tiene entre sus manos a "un mensajero de Dios" (R. Tagore), alguien engendrado para la eternidad, que viene a "vivir una experiencia material" (T. de Chardin), que llega con la misteriosa misión de aportar su esfuerzo a un proyecto infinito del que todos formamos parte. Un ser que ha sido dejado a nuestro cuidado por el Creador, mientras le llega el momento de unirse al baile.

Pretender que ambos, ateos y creyentes, experimentan el mismo tipo de gozo ante el nacimiento de un hijo, es pretender que las castañas son crustáceos. Hace algún tiempo leí en un blog de la red escéptica cómo un joven ateo, padre primerizo, confesaba a sus amigos correligionarios (sin saber, claro, que había una silenciosa teísta espiando :-)) que, cuando miraba a su hijo, muchas veces no conseguía evitar preguntarse "¿Para qué?". Esa pregunta jamás se la hará un padre creyente. 


Si hay propósito, el dolor es menos dolor y la más mínima alegría se vuelve apoteósica. El propósito es una pátina radiante que lo revaloriza todo, desde el más humilde grano de polen hasta la galaxia más lejana.

¿Que la opción del "propósito" es demasiado bonita? :-) Pues sí, ¿y? ¿Dónde está escrito que algo no puede ser bello y verdad al mismo tiempo?¿Que es sospechoso que la verdad sea justo eso que deseamos que sea? Para el creyente no hay ningún misterio en esto, pues, como escribieron tantos ilustres, desde Platón y Agustín de Hipona hasta nuestro descreidísimo Nobel, Juan Ramón Jiménez, el mismo Dios imprimió en nuestros corazones el deseo de buscarle ("Dios deseado y deseante..."). El hombre necesita a Dios porque Él le 'programó' para que así fuera. El ateo, simplemente, sofoca esa inclinación natural, o se la han sofocado su educación y la presión del entorno social y familiar.

Llegado el momento de la muerte, pueden pasar dos cosas: que Dios exista y haya algún tipo de supervivencia ultraterrena o que no haya nada. Si Dios no existe y no hay nada, ¿qué pierde el creyente?¿Se va a llevar, acaso, alguna decepción? No¿Cuál es el problema entonces?¿Que habrá vivido engañado? Puede, pero lo peor del engaño, no es el engaño en sí, sino descubrirse engañado; si esto no ocurre, no hay daño alguno. Que le quiten "lo bailao" al creyente después de muerto :-). Vayamos con el ateo: Si Dios SÍ existe, ¿qué pierde el ateo al morir? Pues eso: "lo bailao", y no lo pierde, se lo quita él solito, y no después de muerto, sino mientras vive. Habrá pasado su vida entera fabricando sus propios autogengaños de andar por casa para olvidar que el mundo, su existencia, sus hijos, sus tragedias, sus éxitos, sus fracasos, el universo, todo, es absurdo, vacío, sin sentido ni esperanza, y que 'el mayor bien es pequeño' porque todo acabará, más pronto de lo que imagina, en ceniza, estiércol y nada". ¿Otorgan algún premio al masoquismo?

Se lo resumiré de otra forma, amigo ateo: uno de los dos, usted o yo, está equivocado. Si lo estoy yo, ninguno de los dos lo sabremos jamás (ni usted podrá proclamar triunfalmente su victoria ni yo lamentar mi desengaño), pero yo habré vivido con más esperanza. 

Si el equivocado es usted, algún día lo sabremos los dos. He aquí la apuesta de Pascal.


Y, mientras la apuesta llega a su desenlace, yo seguiré experimentando la existencia como una gloriosa aventura sin final. El universo como un excelso canto a la esperanza, el centro de operaciones del Creador, sea cual sea su Nombre. Y aquí la llamada falacia de argumento especial no tiene cabida alguna, porque la misma neurociencia nos muestra ya que la exultación del teísta (cuando lo es sinceramente, nadie está hablando aquí de los hipócritas) es tan real como ese universo que nos abruma y desafía. Una alegría que es bálsamo inagotable, serena y siempre expectante... Inocua y gratis :-)

No hay dicha más sublime, se lo aseguro.
"Quien lo probó lo sabe".


***

"Podemos perdonar fácilmente que un niño tenga miedo a la oscuridad. La verdadera tragedia de la vida es que un adulto tenga miedo a la luz"

Platón
Filósofo griego
Siglos V-IV a. C.





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