Podemos extender este razonamiento, como ya han hecho otros, a todo el universo visible. Imaginemos un libro de mil páginas, bellamente escrito y encuadernado, figura de este universo también bello y enigmático que habitamos. La ciencia, con sus eficaces instrumentos y sofisticados métodos de medición, puede (y debe) informarnos sobre la composición del papel usado para elaborar las páginas, puede mostrarnos la cantidad exacta de fibra vegetal, polipropileno y agua con que está fabricado el papel, amén de asombrarnos al descubrir la reacción química por la cual las fibras vegetales se aglutinan en la composición de las hojas, gracias a un curioso fenómeno de atracción llamado "enlace por puente de hidrógeno". La composición química de la tinta también será descrita con el mismo mimo y cuidado, y se nos dirá por qué tiene ese color, olor y densidad y no otros, entre otras cualidades.
Asimismo, la ciencia tiene potestad para enumerar el orden en que tuvo lugar cada paso seguido en la fabricación del libro: 1º. La fibra vegetal fue molida y mezclada con agua, para formar la celulosa. 2º. Después la pasta fue emblanquecida y endurecida. 3º. Se añade polipropileno para conferir resistencia y elasticidad. 4º paso: las hojas de papel fueron cuidadosamente recortadas, todas exactamente iguales. 5º. Fueron cosidas... etc. El orden debe ser este y sólo este, pues de otro modo el resultado se malograría. (Extrapolado al universo, podemos afirmar lo mismo, el orden en que tienen lugar los fenómenos es vital, si hubiera ocurrido un cambio infinitesimal en ese orden, ahora no estaríamos aquí debatiendo sobre ello). La ciencia puede incluso explicarnos en qué idioma está escrito el texto del libro, con qué grado de presión están estampadas las letras y proporcionarnos más datos relacionados con el aspecto, digamos, "mecánico" del proceso...
Y la ciencia, sobre todo, nos mostrará un hecho incontestable ya apuntado: tanto en la fabricación del libro desde sus inicios como en el nacimiento de la vida y del universo desde el Big Bang, hay orden y PREVISIÓN, algo que, evidentemente, a no ser que nuestra "religión" particular nos obligue a creer lo contrario :-), al azar, ciego, sordo y errático, le está negado.
En definitiva, la ciencia nos explica el "cómo" y el "qué". El "cómo" se formaron y "qué" materiales, leyes y fuerzas intervinieron en el origen y "fabricación" tanto del libro como del universo... La ciencia descubrirá lo extraordinario de ese orden preestablecido que parece apuntar a que el universo mismo, desde su origen, "sabía" qué tipo y cantidad de materia y energía sería necesaria para sus fines últimos, millones de años después de su inicio, dado que desde el primer segundo de vida del cosmos la materia se fue "organizando" en función a ese fin. (Más sobre esto AQUÍ).
Pero queda el paso final. ¿Qué significa todo esto? ¿Cuál es el propósito último de tanto y tan laborioso "trabajo"? En el caso del libro, la respuesta es tan obvia que raya en la perogrullada: el fin último de un libro es ser leído, pues es el continente de un mensaje cifrado que sólo una inteligencia pudo codificar en sus páginas para que otra inteligencia pudiera descifrarla. ¿Nos ayudará la ciencia en este caso? Sí, la ciencia viene en nuestra ayuda para explicarnos qué tipo de reacciones químicas tienen lugar en el cerebro mientras estamos leyendo, asimilando y convirtiendo en pensamiento abstracto nuestro hermoso libro de cien páginas... Y eso es todo. La ciencia no puede desvelarnos cuál es ese mensaje escrito en el libro ni en el universo, aunque sepa con exactitud cómo se formaron el uno y el otro y qué materiales lo componen, entre otros motivos porque ése no es su cometido. Pero, aunque lo fuera, poco podría hacer una disciplina cuya misión es desentrañar los misterios del mundo "físico", respecto a algo que va más allá de esa competencia, que entra dentro del mundo de lo abstracto.
Deducir simplemente que, porque la ciencia no puede desvelar el mensaje escrito en el libro, ese mensaje no existe, sería tan inconsciente como negar el hecho real de que en este momento estoy visualizando mentalmente un elegante cerezo japonés, sólo porque ni yo ni la ciencia lo podemos "demostrar" :-). Puede que mi cerezo no exista, pero el hecho de estar visualizándolo sí es real, aunque no haya una sola prueba de ello. Es cierto, la ciencia poco puede hacer en esto... A menos que se deje ayudar, que interactúe con generosidad con otros campos de estudio y no se erija vanidosamente a sí misma como único camino posible hacia la verdad. El descubrimiento final de esa verdad, o será el resultado de una colaboración multidisciplinar, o no será.
Colaborador de la NASA
Durante diez años fue director de la revista Astrophysical Journal