Nos atrevemos a parafrasear al gran escritor ruso: "Que el hombre haya dejado de creer en el dios Zeus, no significa que Dios no exista, sino que con el tiempo hemos descubierto que el verdadero Dios no es como los antiguos creían que era Zeus".
Que el modo de entender e intuir la Causa Primordial o Primera se vaya volviendo poco a poco más nítido, más claro y completo a medida que pasan los milenios y el hombre va evolucionando; que la idea primigenia de Dios, tan rudimentaria en sus inicios, evoluciona al tiempo que el hombre lo hace; que lo que al principio era poco menos que un difuso "vislumbre" o una opaca intuición en la mente del hombre primitivo -intuición anterior a cualquier religión, pero que cada pueblo adaptó a las peculiaridades de su cultura-, vaya ahora ganando en claridad y definición, resulta algo absolutamente comprensible y lógico. Lenta, pero inexorablemente, vamos conociendo cada vez más a Dios, aunque nunca lleguemos a conocerle por completo, del mismo modo que cada vez vamos entendiendo más y más de cualquier otro asunto. Y la Ciencia está siendo clave en este redescubrimiento de lo trascendente.
Entendemos que Dios es inmutable, que no evoluciona. Quizás estemos equivocados en esto o quizás no, pero de lo que sí estamos convendidos es de que el hombre y su capacidad de aprehender sobre lo cercano o lo inefable no es inmutable, el que es inmutable es Dios. El hombre y su inteligencia sí evoluciona, sí avanza, y sí se va desarrollando con el tiempo.
La frase de Tolstói, tan simple a primera vista que resulta casi una perogrullada, tiene mucho más calado de lo que parece. Sabía muy bien de lo que estaba hablando.
Ver también:
El "Señor del Azar".